Cuadrantes Sónicos

Sonido Pop-Rock de creación y Artículos Escogidos... Reseñas del Programa "Cuadrantes Sónicos" de Podcast.

viernes, mayo 18, 2007

Tu tiempo es hoy. La historia tras "Muchacha.."

Por Víctor Pintos

Recibir un llamado del mismísimo Luis Alberto Spinetta en tu casa debe ser un sueño para vos y para muchos. Salvo que ocurra un viernes a las 7 de la mañana y que Luis te diga: estoy destruido, cómo me traicionaste.

Eso me pasó en la mañana del 7 de setiembre del 87. Hace mil años, pero no sabés cómo me acuerdo.

Por entonces colaboraba esporádicamente en el Suplemento Sí de Clarín con notas que se sustentaban por ser "buenas ideas realizables". Y una vez se me ocurrió que estaría bueno contar la verdadera historia de Muchacha ojos de papel. Luis me la había revelado para una entrevista radial, unos años antes, y pensé que ya era hora de dejarla escrita. Pero como era -y soy- respetuoso de las privacidades, incluso de aquellas que me han sido contadas para hacerlas públicas, antes de escribir la nota le pedí su autorización. Si me hubiera dicho que no, que de ninguna manera, no me habría sorprendido... pero me dijo que sí, y me dejó patas para arriba cuando terminó pidiéndome escribir: Si se puede, para completar tu nota quiero volver a escuchar la canción y hacerle una autopsia a la Muchacha, me dijo. ¡Claro!


En aquellos tiempos lo veía muy seguido, teníamos una relación no de amistad pero sí de mucho cariño y respeto. Recuerdo qué hermosas cosas me dijo a mediados del 86, cuando estaba por nacer mi hija Victoria, o sea cuando estaba por debutar en la paternidad.

Entonces hicimos: yo escribí la historia de la canción y él, la revisión de su obra. La tituló Muchacha ojos de papel - Desintegración abstracta de la defoliación.

El asunto es que al editor del Sí, el texto le debe haber parecido muy atravesado, raro, ininteligible y oscuro para el todo público de la publicación. Entonces metió mano y lo publicó más "digerible". Esto es, cambiado, reducido y simplificado.

Yo, un simple colaborador, me enteré de lo publicado cuando me llamó Luis, que había leído el diario a primerísima hora. Por su nota o porque se levantaba temprano en ese tiempo, quién sabe. Y tenía razón, su texto había sido tijereteado feo.

Por eso se enojó mucho. Todavía está enojado, creo.

Espero que ahora se entere de que, aquella vez, yo no le saqué ni una coma: lo hizo alguien que no sé quién fue. Es más: guardo una copia del texto que me entregó para aquella nota.


La historia de su canción famosa me la contó en una entrevista radial que hice con él en el 84.

No sé si otra vez habló tan claramente de esa canción suya y de esa historia que es parte de su vida privadísima.

-Hablemos de Muchacha... -Bueno.

-La Muchacha de la canción era Cristina Bustamante.

-Mi primer gran amor. Ella vivía en el mismo edificio de Emilio y por eso la conocía de vista. A veces se juntaban los fines de semana a charlar en la puerta, pero sin pasar a ser más que conocidos. Pero una vez nos quedamos solos en la casa de Emilio, porque sus padres habían viajado, y entonces invitamos a las chicas a tomar algo, a bailar, una especie de asalto. Y ahí, por primera vez, me sentí enamorado. En realidad ya me había enamorado varias veces pero siempre habían sido amores imposibles de realizar por diferencia de edad; no sé, me enamoraba de las maestras, de las pibas más grandes y después no pasaba nada, obviamente. Yo era un inepto absoluto en ese momento. Y bueno, todos esos pequeños amores desembocaron en un gran amor que fue el de esta muchacha ojos de papel, que fue un amor correspondido. Porque también ella me quiso mucho. Fue mi primer amor, mi primer gran amor, inolvidable amor. Y me inspiró una canción.

-¿Vos tenías idea que el tema fuera a golpear tanto en la gente?

-No, porque nada de lo que uno hiciera en ese momento podía tomarse para especular en eso. Pero la canción emocionaba al que la escuchaba, pasaba eso y punto. Y cuando la estrenamos en el Coliseo, fue tan rotundo el éxito de la canción que yo mismo lloraba, no lo podía creer. Aparte, el día que la estrené, por motivo de una rencilla que habíamos tenido, en la mitad de la canción ella se retiró del Coliseo. Yo cantaba la canción y la veía que se iba por el pasillo hacia el fondo. Ese tipo de cosas bien de pubertad, de 18 años. Amor.

-No debe haber mejor halago para una mujer que su amado le dedique una canción. Y tratándose de una canción como Muchacha, no es difícil imaginar cómo se habrá sentido Cristina...

-Es cierto. Se dio vuelta. Aparte, ella la conocía de antes, yo se la había cantado para ella en forma personal. Pero cuando le arreglamos todos los coros y la estrenamos en vivos, fue tremenda la emoción que sentí. Imborrable. Yo lloraba arriba del escenario, porque sentí que toda la gente se conmocionaba con eso. Al instante. Después vino el éxito. Sentí que la canción traspasaba la gente, lo mismo que cuando estrené Plegaria o Figuración, Muchacha traspasaba la gente. Con Almendra me cansé de ver chicos y chicas llorando, de emoción o de felicidad.

-Después de aquella pelea y del Coliseo, el romance siguió.

-Sí, termina en el Blues de Cris: "Sus ojos al final olvidaré". El romance se fue deteriorando y tuve que tomar una determinación importantísima en mi vida, porque todas esas pasiones son muy intensas, y si bien uno tiene la adicción de amar, también tiene una cruz tremenda en soportar los embates de todas esas pasiones. Sobre todo cuando es muy joven y no tiene la cabeza tan fría, uno es poseído por eso y posee, y eso trae dolor cuando se desposee y se quitan los ropajes, se caen los roles y quedan los individuos solos frente a frente. Es el momento culminante para todo ser humano. Y para mí, el Blues de Cris fue como una auto-declaración de cambio de rumbo. Me fijé olvidar esa mirada, olvidar todo lo que me unía a ella, que en parte había sido, en ese último tiempo, muy doloroso. Y me dispuse a emprender otra vida, descubriendo otras mujeres, otros amores.

-¿Cristina te reprochó alguna vez que esa canción que vos le habías regalado, de golpe la hicieras pública y así permitieras que todo el mundo se adueñara de ella?

-Jamás me reprochó tal cosa. Al contrario, era feliz de que yo obtuviera un éxito a través de eso. Pero en general no quería que dijera que se trataba de ella.


Muchas veces estuve tentado de buscar a Cristina. Una vez me contaron que vivía -o vive- en Venezuela. No sé si es cierto. En las guías telefónicas de la Argentina hay por lo menos una decena de Cristina Bustamante. Incluso leí por ahí que hay una Cristina Bustamante que desapareció en los 70: un nombre entre los 30 mil. ¿Alguna de ellas será la Muchacha de la canción?

Por momentos pienso que estaría buenísimo encontrarla y que dijera que sí a una entrevista. Sería como hallar, tantos años después, a nuestra Garota de Ipanema.

Y por momento creo que mejor que no. Que no hay que corporizar a esta musa de Spinetta: cada uno tiene la imagen de Muchacha y no tiene que venir alguien a ponerle ojos de verdad, piel que no es rayón y seguramente, las arrugas de los 50 y pico de años que tiene. Mejor que ella sea como uno quiso ó quiere que sea. Por siempre.

Publicado en : http://www2.rock.com.ar/notas/1/1746.shtml

Muchacha ojos de papel - Desintegración abstracta de la defoliación

Por Luis Alberto Spinetta

Más allá de inscripciones cronológicas que responden al "momento" en el que Muchacha, como canción, se involucra en el poder de captación de la gente, una devanación se hace necesaria para mí, de manera tal que bajo un intento de estructura de certidumbre de la simbología del texto, me abra la cabeza.

De por sí, ojos de papel es no sólo alusión a la puesta en juego del personaje, sino que además es evocación de facultades en éste, que significan el efecto de su exterioridad, que muta.

Su exterioridad cambia, sopesada por Muchacha, que es término de la simbología del nombramiento de todos y la inusual diferenciación de quien, a la vez, se transporta hacia las características de "algo en ella" que la hacen única, aún bajo el nombramiento de todos, quienes, a su vez, podrían nombrarla de diferentes maneras.

La anomalía es el hilo de seducción que desestabiliza la profunda corporización del nombre común.

El papel no ve.

La contraposición entre los simbolismos del título es el eje ante el cual el "azoramiento", momentáneamente, no se expresa en términos de un nombramiento virtual. Sino que debe introducir una subjetividad que "globalmente" sea la afirmación. Con lo cual, sin recluirse a los ojos de todos, el símbolo del personaje adquiere a la vez una significación individual para cada quien, sin tener en común para todos, más que la unicidad exclusiva y "sin nombre".

Además, hay una subjetividad que debe ser reconocida en el hecho de que Muchacha posee las "virtudes de la blindación".

Sus ojos. Blindados por un papel irreducible a lo transparente. Violencia simbólica en procura de seducción.

Un vuelo desde las dos orillas de los mundos dan fe del "conducto místico" que proscribe un enunciado que remita sólo a lo real: en tanto que debe contar con partes considerables "de eso", para realizar "en quien" recaerían los condiciones de lo irreal.

Con ello, lo real, corroborado, deja paso al lenguaje irreal que proyecta ilimitadamente los símbolos.

¿Adónde vas?, quédate hasta el alba.

¿Una niña con los ojos de papel adónde puede ir?

La blindación ejerce la aflicción en quien no tiene ojos reales para una fundamental orientación.

Allí, el relator ingresa sugerido por aquel quien, una vez instalada la dificultad, oficia de obvio guía.

Quedarse hasta el alba, que sólo el guía ve, representa a las claras una orden impartida (que subyace en cualquier pedido) y refleja la prosecución de una finalidad de parte del que pide.

Instintivo argumento de un "padre represivo" quien, originalmente, acapara la organización de deseos en quien tutela. Aunque ésta no pueda verlo, podría desear algo que es ajeno al campo del impedimento, lo que original un poder que rige a través de quien todo presencia.

El personaje relator: Sueña un sueño despacito entre mis manos, hasta que por la ventana suba el sol. Desencadenar el reposo en Muchacha parece asomar como una finalidad, con el detalle de que ella debe acceder a una sutil sumisión que está representada por una localización entre las manos. Esto significa: a disposición de contención y palpación. Con el objeto de subyugar una porción aún más tangible que lo se vería teniendo ojos de papel.

El mundo onírico de Muchacha. Un bastión perceptual que seduce al guía a la pretensión de apropicuarse de "ciertos otros símbolos" por la vía de un método de embalse localizado. Espacio entre dos manos, éste, que se sugiere como el de un territorio de absorción. Espacio al que convergen las direcciones de un cuerpo abandonándose al sueño lentamente, como para un profundo sueño, rico en materias sutiles a las que alojar.

La subjetiva posición, finalmente, a través de una parcial yacencia de la Muchacha hasta el momento de un albor que se une al de sus sueños "detectados". Ambos son los símbolos de lo que ellos creerán ver. Uno en el sueño del otro, y el otro en un "falso despertar" ante el amanecer extásico que no podrá sino reintegrarla a su anomalía.

Los dos personajes "sienten" en esos ecos brumosos para los ojos, ciegos o no, el impromptu de un éxtasis de angustia para así desembocar en la risa luego llanto de ella, y la fijación de un símbolo que nace de una ventana con el sol asomado para la protagonista que rige, en vigilia, la situación emocional. La del que intenta reparar mediante la agoníade la oscuridad. Lo cual patriarquiza en el aluvión solar hasta el contagio de una reacción indefinible.

Otros párrafos como no corras más, se ligan a este deseo opresivo del guía en procura de la prevención del peligro.

El éxtasis se puede regenerar en tanto y en cuanto esta niña deja de correr para que el reposo entre las manos de su compañero consuele una necesidad sin salida.

En voz de gorrión se expresa, burdamente, la alternancia entre símbolos cotidianos en función de metáfora, sin interiorizarse demasiado, al igual que cuando enuncia piel de rayón.

Aquí la suavidad y tersura de la piel podrían ser simplemente cualidades para determinar un objetivo. Mientras que la caracterización en género de la piel, si bien es coherente por la suavidad del rayón, corporiza una situación comparable a los ojos de papel y a corazón de tiza. Es decir, señala un obstáculo más en el terreno de las aptitudes más sensibles de ella.

El rayón no siente. La tiza no late.

Pechos de miel es quizá un modelo simbólico que no marca sino el estado real de la seducción. Exhala el juicio de los símbolos que nose suponen relacionados con una intención premeditada de señalar carencias o transformaciones hacia un sustituyente artificial.

El obstáculo no trasciende en la racterización de los senos en miel. Es más, estos conservan la contundente norma de la seducción que reclamaría un movimiento desde lo externo.

Aquí, verdaderamente, el juego de un desplazamiento reclinatorio es la norma base si es que se admite la acción como resultado de la sumisión al deseo. El deseo adscripto a lo que mana sustancias. Lo que implica la abdicación de supremacía para el compañero de Muchacha. Para saciar ese deseo, para predecir en el carácter de sus movimientos la fluidez del deseo hasta la conquista del objetivo, él debe haberse arraigado, asimismo, en un síntoma, que aún siendo momentáneo, deberá reflejar la instancia de una necesidad sin salida que es el combustible del deseo.

La fatuidad de esta desorientación antecede al deseo mamario.

El líder luego, inclinaría la cabeza mansamente y mamaría de lo ue mana de sí después de un último atisbo. El pudor. El pudor ante la fiesta de la leche materna es un sentimiento que nace casualmente también bajo el hechizo de la miel. La dulzura incontenible de toda miel que obliga a los sentidos a establecer el límite con respecto a la cantidad de la libación.

El pudor está conducido por los resarcimientos que subyacen en todo deseo, por encima de los riesgos de intoxicación.

Pequeños pies, no corras más.

A pequeñas huellas, en algún momento, corresponden pequeños acontecimientos que no colaboran, o son directamente inútiles en sí, como para que Muchacha rompa el elipse simbólico de su propio poder.

Es decir, el poder está en manos de quien se lo desea.

Ella es el vértigo de una seducción invertida, o en todo caso inteterminada. Brutal es para ella contener las sustracciones de quien, finalmente, luego de despojarla prácticamente de sentidos, abdica en procura de una salvación para sí representada por ese maná. Doble defoliación: primero, de aptitudes sutiles; luego, de una energía predominante.

¿Te robaré un color?

Diría: de los colores tras la retina advenediza de Muchacha, uno, pretendidamente posible, o quizás devenido de las raíces de sus despaciosos sueños, deberá ser captura, aunque quien lo reclama, reclinado, se haya entregado, a lo más acuciante. ¿El deseo de succión? El color que puede registrarse con todos los otros sentidos, más los otros.

Por supuesto que se podría tener en cuenta la idea generalizada de todos quienes piensan en Muchacha como símbolo de una pacífica visión en el enamoramiento y el despertar.

La creación de un castillo con tu vientre es el prototipo de un símbolo que conlleva la presencia de una unión sexual.Inclusive hay un manifiesto de procreación allí.

Por otro lado, el pesonaje que canta intenta relacionarse con la idea de ser él un punto de comunicación entre mundos.

El traduciría la magnitud del amanecer para los ojos blindados de ella. Y a la vez, hacia el mundo exterior (organizado ya como el territorio que surge de la realidad que no convive con los ojos de papel y por lo tanto el mundo que brota de la autorizadad) la traducción de un lenguaje onírico que él lee a través del contacto con sus manos. Este mundo es tan inapreciable para él mismo y todos los otros seres, como lo es un amanecer para que no ve sino con ojos de papel.

El muchacho es quien se erige como salvación. Se supone que sabe y tiene con qué mitigar la desesperación de ella. Ella se redime al dormir, al abrigo de quien sólo se reclinará a su vez, ante ella, para entregarse, teniendo presente que la finalidad de esta entrega es, en realidad, una extracción de poderes, que ella aparentemente es incapaz de asumir.

Se podría agregar que, en esta situación sobre la que él se realza, la impregnación de sus movimientos vislumbra el propósito de quien dejaría una profunda huella que atestigue su paso por los instantes cruciales. Una simbolización latente en el sentido de una trascendencia genética.

Las reclamaciones que desde un territorio donde cierto abismo comparte pie con cierta invariable ley, en tanto amanece siempre, son las que provienen de una serie de fotos que trastocan las posesiones no obstruidas de un disfrute.

Este estado de lo conciente se hace inexpresable para las palabras. No habría hechizos en una aventura en la que no se interviniera con ciertos factores de lo no posible, hasta diría símbolos de precipicio o de desfallecimiento.

La carencia de orgasmo en la mujer argentina, sobre todo la de los 60, es una limitación con caracteres de blindaje. Esto justifica tal vez algo del arraigo del personaje. El otro personaje está más bambificado.

Un monstruo que no omite mencionar funciones que lo determinan como morada. Eje que concientizaría lo insondable para retener la atención del mundo. Requisito que se edifica en la descripción de lo desconocido.

La trastornación del tiempo tiene pie en las sugerencias que el muchacho realiza: duerme un poco y yo entretanto... O sea que mientras ella duerma, él construirá subliminalmente una residencia específica. ¿Quizás para ceder a altarizar a la niña impedida sometido al deseo multiplicado?

La eternización de un sueño despacioso y de una alquimia que dure lo que un poco de inconciencia, son revalorizaciones de otro objetivo primordial: el de auxilio. El que no reclama en su nombre, sino a través de un eje de ansia nacido por frustraciones insolubles.

El tiempo en la vida de los hombres es un conducto de enigma. ¡Socorro a damnificados por la incertidumbre de estar solo! La blindación espera orgasmos.

El sueño como corporeidad.

El símbolo que se opone al lenguaje de los mundos.

La albinación de ciertas partes corpóreas para un funcionamiento errático en dirección al orgasmo.

La alternancia de vislumbrar a través de una realidad que lograría transmitirse gracias a un margen de transparencia. Un cierto grado de traducción entre formas o sentidos que se comunican.

La mundanidad de Muchacha se debate con la opresión que se le destinaría desde afuera al ser examinada. También si intentara decir lo que ve, o sentir y decir. Pero ella no habló nunca.

Tampoco habría que ignorar el hecho de que la colmación es tan surrealista como los ojos de papel o la piel de rayón.

Nada más atroz que la inlatencia de la tiza para un corazón al que el orgasmo curaría.

Publicada en: http://www2.rock.com.ar/notas/1/1747.shtml