Cuadrantes Sónicos

Sonido Pop-Rock de creación y Artículos Escogidos... Reseñas del Programa "Cuadrantes Sónicos" de Podcast.

sábado, marzo 11, 2006

Entrevista a Eddie Vedder



Entrevista exclusiva a Eddie Vedder

"Cargábamos con el peso de
tocar en Sudamérica"

Una de las voces definitivas del movimiento conocido como "grunge" se mostró sorprendido por la recepción en Chile y habló sobre Kurt Cobain, la escena de Seattle y de cómo fue estar "en la cumbre de la montaña".

"¿Es verdad eso, que se agotaron los shows? Wow. Tengo que confesarte que hace mucho tiempo cargábamos con el peso de tocar en Sudamérica.
Con el peso de la espera. Estamos emocionados y me siento honrado con lo que cuentas. Finalmente llegaremos allá y compartiremos música con ustedes, confío en que será una tremenda experiencia". Al teléfono desde su casa en Seattle, Estados Unidos, y a sólo tres semanas de aterrizar por primera vez en el país junto a su banda (22 y 23 de noviembre en Estadio San Carlos de Apoquindo), Eddie Vedder asegura que sin tener mayor idea de Chile y sus alrededores, ya desde niño parecía intrigado con esta parte del mundo. "Chile era uno de esos sitios a los que pensé que nunca iba a llegar...", cuenta en exclusiva a La Tercera.

¿En serio? ¿Chile?
"Sí. Mira, de niño cuando estudiaba geografía en la escuela y revisaba los mapas, pensaba que no tendría la suerte de conocer muchos lugares. Chile y Sudamérica era uno de ellos. Me molestaba, pensaba que no saldría de Estados Unidos. Pero después cambió, fui bendecido con la posibilidad de estar en una banda y conocer diferentes culturas, ciudades, gente. Ha sido una tremenda experiencia educativa poder conocer tanto. Y vamos (a Sudamérica) a eso, para ver cómo es".

¿Tenían alguna idea de la cantidad de gente que esperaba su visita?
"Creo que fue durante Binaural (disco de 2000) que recibimos un libro, un libro que era como una guía de teléfonos con muchas firmas y, no sé, desde esa época cargábamos con el peso de ese libro en nuestra espalda. Ahora estamos en buena forma, estamos en estudio trabajando en un nuevo disco (octavo de su catálogo previsto para enero del próximo año) que hasta este punto nos tiene muy orgullosos. Nos estamos sintiendo muy bien como grupo, quizás mejor que nunca. Hay una línea en la canción Corduroy (de Vitalogy, 1994) sobre nuestra relación con el público. "The waiting drove me mad. you're finally here and I'm a mess" (canta). Siempre he sido un mess (desastre), pero creo que el show irá bien".

Cada artículo que leo sobre ustedes menciona la palabra 'sobrevivientes'. ¿Se sienten así?
"Ah. No sé si me gusta ser etiquetado de alguna forma, pero es una reacción humana. pero creo que esa es una etiqueta que podemos cargar con orgullo. Nuestros instintos iniciales, en 1993, o 1994, cuando las cosas se volvían como un huracán en términos de popularidad, en nuestras cabezas ya estaba la idea de sobrevivir y ser cuidadosos con nuestra habilidad y derecho de hacer música. Estaba en nuestra música, en nuestra actitud. Chris (Cornell, de Soundgarden), Kurt (Cobain, de Nirvana) también tenían eso: la idea de salir bien de todo esto, de la fama que se venía, de impedir que comercializaran tu alma. Mirando hacia atrás, creo que no había nada en la cumbre de la montaña que nos hiciera tener ganas de quedarnos allá. De hecho estaba vacío por ahí (ríe). Lo único positivo de haber llegado tan rápido arriba, fue que vimos que no era para nosotros. Y encontramos un lugar más cómodo, más abajo en la montaña. Ahí es donde trabajamos hoy".

¿Cómo era Seattle en 1989, 1990; tenían idea en ese momento de que estaban a punto de protagonizar algo grande?
"Cuando dices eso, pienso en mi primera influencia, en The Who. En la músca que llegó en mi adolescencia. Tú sabes, las letras de Quadrophenia que eran casi como una forma de sobrevivir, de sentir que (yo) no era el único con esa sensación de aislamiento. Esa ira adolescente y la confusión de la época. Y no recíbi esa 'línea de vida' de parte del colegio, ni de mi familia. Recuerdo que estudiaba a The Who, estudiaba la escena en la que habían nacido, a fines de los '60 todo la música que salía de ahí y hubiera querido ser parte de eso. Pensaba que me habría gustado haber nacido en esa época. Pensaba que había nacido muy tarde. Entonces, lees sobre esas cosas mientras haces canciones y tocas tu guitarra en tu habitación. Y luego, cuando salió Nevermind (1991, de Nirvana) y luego nuestro disco (Ten, de 1991) y Soundgarden (Badmotorfinger, de 1990) y se empezó a generar esta comunidad, dije 'esto de verdad está pasando'. Fue emocionante ver que fue cien o mil veces más fuerte de lo pensabas. No era sólo tu banda la que estaba siendo exitosa, también era la de tus amigos. En ese momento se sentía como un movimiento. Creo que fue así. Y no hubo algún plan, sólo pasó. Y fue hermoso, pero también intenso. Llegó un momento en el que no lo estábamos pasando tan bien. Se volvió como borroso. Sé que hoy hay gente que le pasa lo mismo en la música, incluso a las estrellas del pop. Gente a la que les dice que no deben parar, que deben seguir produciendo. Me pregunto si hay alguien a quién le guste eso. Hay gente que sí creció para eso. Para soportar esa presión. Nosotros veníamos de un lugar distinto".

Se le criticó en aquella época por renegar de la fama que tenía su banda...
"Cierto, pero sólo hablé del viaje que significaba lo que estaba viviendo. Y que eso no era necesariamente bueno. Creo que en esa época todos querían etiquetarte y creo que tuve la reacción que tuve por ser humano. Vengo de un lugar donde se valora más ser un buen tipo que una celebridad. Yo no era parte de la ambición, del ruido alrededor de nosotros. Creo que que si hubiera querido la fama desde siempre, me podrían criticar por haber dicho lo que sentía. Créeme, no soy de los que se preocupan mucho por lo que la gente piense y por eso, no creo que tenga que disculparme por lo que dije. La gente sí perdió sus vidas, Kurt (Cobain) sí encontró difícil seguir. Quizás por eso no me molesta ser un sobreviviente".

Estuviste alguna vez de acuerdo con el concepto "grunge".
"Nunca hubo un acuerdo sobre ese tema. Ni con los autores o los miembros de la banda. Nunca nos preguntamos qué era lo que hacíamos, cómo se llamaba. Más bien, estábamos en clubs, en fiestas, bebiendo cerveza. Pero creo que había algo de punk en lo que hacíamos, probablemente no usábamos los acordes o cierta estética, pero la habilidad de hacer las cosas según nuestros propios códigos, creo que eso fue algo que nos definió. Algo en lo que coincidíamos. Esto paso durante la Guerra del Golfo, cuando en Estados Unidos todavía se luchaba por derechos de mujeres embarazadas. En nuestra época no había formalidad: habían franelas, poleras, así llegaba la gente a los conciertos para ver a las bandas. La escena que nos precedió fue la del metal... Cinderella, Posion, tú sabes... chicas con pantalones ajustados y pelos escarmenados y chicos también. Fue agradable ver que la música que venía de Seattle dejó esas cosas a un lado. Fue saludable".

¿Tus bandas favoritas de la época...?
"Mudhoney no tuvo la atención que otras bandas tuvieron y eso fue algo que siempre me llamó la atención. También Fugazi y otras bandas de Washington DC que tuvieron fuerte influencia".

La carrera del grupo. y la tuya en particular, está marcada por las colaboraciones con rockeros de la vieja escuela. Cuéntame sobre eso.
"Conocí a Johnny (Ramone) diez años antes que muriera. Era parte de mí. De verdad amigos muy cercanos, teníamos una amistad intensa. Me enseño mucho acerca de la música, muchas cosas sobre la vida y también sobre la banda. Mientras nos volvimos más cercanos, fue un privilegio ver cuando, por ejemplo, (la canción) Last Kiss llegó al número uno. Johnny se alegró y me decía que le encantaba que hubiera pasado con una canción que, técnicamente, no estaba en ningún disco. A él le gustaba ese tipo de cosas. Sacarle una sonrisa a un tipo tan serio como él, fue algo muy lindo. Todavía siento que está orgulloso de nosotros. Fue una inspiración tremenda a nivel personal. La verdad es que fuimos muy afortunados desde comienzos hasta ahora de poder compartir con gente como Neil (Young), con Mick (Jagger) y Keith Richards y Ronnie Wood. No te puedo decir la cantidad de gente con la que hemos compartido. Son tipos que marcaron el sendero, uno todavía no ha llegado ni a la mitad. No puedes dejar de aprender y sentirte influenciado. Hace poco estuvimos con Robert Plant en Chicago y su pasión por la música todavía es vital. Hemos recogido tremendas experiencias que nos han permitido crecer".

¿Te sientes orgulloso de tu banda, de la carrera que han tenido?
"Hemos hecho muchas cosas y siempre pienso en detalles como firmar un autógrafo que puede hacer feliz a alguien y siempre siento que hay mucho poder en eso. Y que todo eso se genere desde la música, es una cosa increíble. Pienso en las firmas, en las firmas que te hablaba antes. Recuerdo haber mirado ese libro y pensar que ahí está cada individuo que escucha nuestra música y que nos respeta y que me respeta como autor y de dónde venimos. Nos sentimos honrados de tener la oportunidad de compartir música con ustedes. Eh. Nada. No se necesita ropa formal (ríe) y cuídense entre ustedes (durante el concierto). Pásenlo bien allá abajo".

PEARL JAM

Los sobrevivientes del Grunge

El origen de Pearl Jam está en la banda Mother Love Bone. Su vocalista, Andrew Wood murió por una sobredosis de heroína, dejando a medio camino la prometedora carrera del grupo. Los otros integrantes, el bajista Jeff Ament y el guitarrista Stone Gossard comenzaron a buscar músicos para iniciar un nuevo proyecto.
Así, llegan el guitarrista Mike Mccready, el cantante Eddie Vedder y el baterista Dave Abruzzese, quien más tarde abandonaría el grupo.
Desde su formación en Seattle, en 1990, Pearl Jam ha tenido numerosos cambios, partiendo por su nombre. En un principio se bautizaron como "Mookie Blaylock" - el nombre de un ex basquetbolista de la NBA- pero problemas legales los obligaron a cambiarlo. Fue así como decidieron usar un nombre más corto, en honor a la mermelada -supuestamente alucinógena- que preparaba la abuela de Vedder, Pearl.
Su primer show fue el 22 de octubre de 1990, en el Off Ramp Café de Seattle, donde tocaron temas como Alive, Even Flow y black.
En 1991 sale a la venta Ten, su primer disco, sin duda el más exitoso de toda su carrera, y que, hasta hoy, ha vendido más de 10 millones de copias en todo el mundo.
Eddie Vedder, Mike McCready, Matt Cameron, Stone Gossard y Jeff Ament son la actual formación de la banda.

Publicado originalmente por: Diario La Tercera.

Escrito por: Mauricio Jürgensen R.

domingo, marzo 05, 2006

ENTREVISTA CON CARLOS SANTANA

MUSICA: ENTREVISTA CON CARLOS SANTANA

El regreso del chamán

El héroe de Woodstock tocará el jueves en Buenos Aires. En una entrevista telefónica, dice que la música "es un orgasmo espiritual", que su show va a ser "como un pellizco de luz" y que no sabe quién es Luis Miguel.Carlos Santana ha creado un personaje que se llama... Carlos Santana. Un hombre profundamente místico, determinado a resolver los problemas de este mundo, a quien desde hace unos años acompaña un ángel con nombre de órgano eléctrico, robot o remedio para el insomnio, Metatron.

La palabra "luz" rige un discurso bastante abstracto donde hay algunos argumentos que parecen irrefutables: "Como visionario puedo decir que en 25 años habrá comida, salud y educación para todos los niños del mundo. En siglos anteriores nadie creía que existiría la electricidad, y existe, así que ¿por qué no creer que esta transformación es posible?", dice Santana en una charla telefónica con Clarín, antes de su llegada a Buenos Aires, donde el jueves tocará en el marco del ciclo Personal en vivo.

Hablar en términos de luces, sin sombras, a puro Dios, le permite evadir respuestas concretas y prosaicas. Aunque en algunos casos, no excluye el cinismo. Por ejemplo, ante la pregunta sobre qué opina de Luis Miguel, su coterráneo (hijo de un violinista mariachi, Santana nació en Autlán, Jalisco, México, el 20 de julio de 1947, y recién en los 60 marchó a San Francisco), responde "no sé quién es él".

Carlos Santana es uno de los guitarristas más personales y expresivos que hay. Y hacia fines de los 60 fue un verdadero vanguardista, al incorporar los ritmos afrocubanos (él prefiere ese término al de latinos) al rock.

Su romance con la Argentina tiene larga data. Atrás quedó el conflicto por su participación en los Oscar, donde interpretó Al otro lado del río, el tema ganador de Jorge Drexler. Su primera visita fue, al mismo tiempo, el primer show local de un músico de rock extranjero en su apogeo, y su primera salida internacional. Fue en 1973, mientras en el cine Ritz de Colegiales las largas colas no dejaban de repetirse los sábados a la noche para ver las imágenes de Woodstock (gritos y aplausos para Jimi Hendrix, Janis Jo plin o el propio Santana, por Soul Sacrifice y Evil Ways, abucheos para Joan Baez y también ¡para Bob Dylan!), el legendario festival de 1969.

De ese año data el primero de sus 38 discos (más de 40 millones de copias vendidas, récord de Grammys, ocho por Supernatural, de 1999, el primero de su trilogía, continuada por los criticados —por comerciales y previsibles—Shaman, de 2002, y All That I Am, de 2005).



¿Cómo va a ser el recital del jueves en el Campo de Polo?

Como un pellizco de luz. A mí siempre me gusta recordar que cada persona es un milagro y que podemos cambiar. La música es un orgasmo espiritual. Y esa postura nos diferencia de U2 o de los Rolling Stones. Por eso tenemos consistencia, y nos mantenemos desde el 67.

¿Es casualidad que nombre a los dos grupos que acaban de llenar River y se compare con ellos? En cambio, prefiere acercarse a los músicos que ya no están, los que se opusieron a Vietnam "y ahora, con Irak, queremos lo mismo, como Jimi Hendrix, Bob Marley, Marvin Gaye. Son músicos que, como John Lennon, creamos himnos para el nuevo futuro". Una generación de la que Santana es un verdadero sobreviviente.



¿Qué opina del tipo de trabajo humanitario que hace Bono? ¿Se puede comparar con lo que usted hace con su fundación Milagro?

Comparar no. Los dos venimos para usar lo que nos dio Dios, para complementar, curar, elevar, transformar e inyectar una visión. Como un pintor que cierra los ojos y lo ve, entonces lo puede pintar, gracias a Dios yo no sólo soy guitarrista, soy una persona de visión, y yo invisiono un mundo donde las mujeres serán iguales en la cama, en la cocina, en la oficina, mujer Papa...



¿Practica la igualdad en casa?

Completamente, tengo casi 33 años de casado, mi madre y mi padre duraron casi 60 años, mis suegros igual. Yo honro a mi madre, mi esposa, mis dos hijas, mis cuatro hermanas. Entre más me rindo a ellas soy más hombre y más masculino.

Su mujer, ("está loca por mí", dice) se llama Deborah, sus hijas son Angélica, de 16, Stella, de 21, y tiene un hijo: Salvador, de 23, músico como él.



Además de su fundación tiene una marca Santana.

Tengo una colonia, zapatos y champagne. Y uso ese dinero para ayudar a los niños y niñas de todo el mundo.



De sus propios temas que atravesaron generaciones como "Mujer de magia negra", "Oye como va" o "Samba pa' ti", ¿cuál es su preferido?.

Samba pa' ti es muy para siem pre. Pero para mí todas las canciones son mis hijos y mis hijas, todas son especiales.



Si tuviera que hacer un ranking de los mejores guitarristas, ¿a quiénes pondría y en qué lugar se ubicaría?

Jimi Hendrix, Wes Montgomery, Buddy Guy, Stevie Ray Vaughan, una combinación de blanco y negro. Yo no me incluyo.



¿Por humildad?

No, sólo porque gracias a Dios yo sé quién soy y qué impacto tengo. Cuando me presento delante de alguien como Eric Clapton sabe quién soy, y no tengo complejo de superioridad ni de inferioridad.



¿Qué proyectos tiene?

Pienso hacer eventos especiales, no más de siete conciertos al año, y aliarme con el señor Desmond Tutu o Harry Belafonte, personas que, como Martin Luther King o Malcolm X, pueden aliarse para traer armonía mundial, lo opuesto de George Bush.



Dijo que después de "All That I Am" iba a hacer música de garage.

Estoy haciendo música sin cantantes, pura guitarra. Como dicen, un suicidio de carrera. Pero no es nuevo para mí porque lo he hecho muchas veces.



¿Se suicidó muchas veces?

Sí, sí, pero ¿cómo vas a nacer y dar a luz a algo nuevo a menos que te suicides?

EDDIE PISTOLAS, VOZ DE "PÁNICO"

EDDIE PISTOLAS, VOZ DE PÁNICO, VUELVE A DISPARAR

“Nos entretiene jugar con el idioma tercermundista”

Se fueron, vencieron y ahora regresan. Pánico está en Chile para ofrecer varios conciertos después de cinco años. El buen momento que hoy vive la banda en Francia se traduce en viajes incesantes por Europa, elogios de prestigiosas publicaciones y la admiración de consagrados del rock como Franz Ferdinand. Aquí, el cantante y guitarrista del grupo toma distancia de los arranques de nostalgia, del éxito, los clichés latinoamericanos y de nuestra eterna mala memoria.

Eduardo,Eddie, Pistolas se ríe fuerte cuando uno le cuenta de lo estratégico que puede ser ausentarse un tiempo para quienes lo siguen con desesperación. De haber Pánico organizado presentaciones regulares en Chile, desde su partida a París –hace cinco años–, probablemente su presencia hoy en Santiago generaría el mismo cariño tibio que puede uno sentir por un ex compañero de trabajo a quien se encuentra por casualidad en el Parque Forestal.

Sin embargo, el grupo no ha pisado un escenario chileno desde que se bajaron del Teatro Providencia, el 29 de diciembre del año 2000, y es probable que en sus shows de fin de mes en Santiago y Valparaíso se atestigüen escenas de delirio. Hablamos de una banda que hace un tiempo hasta motivó un “Tributo a Pánico”, con grupos como Game Over, Fredi Michel y Tío Lucho.

“Obviamente, produce placer volver y que te digan: ¡Huevón, es que el disco es increíble; lo único que quiero es verlos tocar!”, dice el cantante y guitarrista a pocos días de haber aterrizado en Santiago.

TOCANDO ESTRELLAS

–Siempre en Chile han manifestado un gran entusiasmo por el grupo, ¿no?

–Bueno, hay un poco de eso de que el disco pasa a ser bueno porque alguien en el extranjero dijo que era bueno. O sea, “Rayo al ojo” (1998) es un disco que me encanta y que le podría haber ido mucho mejor en Chile de lo que le fue. Y creo que, probablemente, “Subliminal kill” (2005) hubiese pasado muy tibiamente acá si no fuese por las reviews que ha tenido en revistas inglesas y todo eso, que lo tengo claro, y no soy naive respecto al éxito.

–Además, ya sabes que acá es mejor relativizar.

–O sea, tengo grandes recuerdos de nuestro período de vida en Santiago, pero también sé que fue súper duro. Tampoco éramos un grupo muy respetado. La gente aplaudía que tuviéramos nuestro sello (Combo Discos), que nos moviéramos, pero... Hoy en día, estar pensando en si me va bien o mal en Chile es como juzgar mucho mi vida. Yo ya estoy en Francia.

–¿Qué es lo que más te tiene contento de la actual situación de Pánico?

–Reconozco que hemos tenido mucha suerte, en el sentido de lograr entrar en Europa a un circuito de grupos que ya están a un cierto nivel. Que vayamos a tocar a cantidad de países, y que haya gente que compre una entrada para ver a Pánico, eso me pone muy feliz. Hay mucha gente que no puede lograrlo. Si me preguntan “¿no quieren convertirse en súper estrellas?”, la verdad es que siento que así estamos la raja.

EUROPA APOCALÍPTICA

Eduardo Henríquez luce jovial bajo una melena que al fin ha dejado libre su color de pelo natural. Llegó a Chile junto a la bajista Carolina Tres Estrellas, y la hija de ambos, Ima, nacida en París luego de la partida de la banda. Los tres comparten hoy un departamento en el norte de la ciudad; urbe “cara”, “cosmopolita”, “competitiva” y “dura”, la va describiendo el músico en momentos diferentes de la conversación, y en la que Pánico se ha afianzado como un grupo merecedor de elogios en revistas europeas especializadas, como “Les Inrockuptibles”, “NME”, “Q”, que hasta las bandas del primer mundo buscan aparecer toda una vida en ellas.

–Somos como una curiosidad. La gente espera un grupo latinoamericano de música tropical, y se encuentra con un grupo indie con influencias de muchas cosas latinas bailables. Ese es un espacio que no compartimos, porque nadie está haciendo actualmente algo así. Poco a poco ha ido creciendo el respeto hacia la música electrónica que llega desde México, por ejemplo, y también hay varios músicos electrónicos chilenos a quienes les está yendo muy bien: Pier Bucci, Matías Aguayo, Ricardo Villalobos... Pero no es algo que suceda con el rock.

–Esa suerte de responsabilidad por “sonar latinos” puede, también, volverse una carga.

–Claro. En algún momento, lo que hicimos en “Telephatic sonora” (2001), con eso de querer citar la cumbia, nos jugó en contra, considerando que allá nadie conocía el pasado de Pánico en el rock. Nuestro objetivo nunca fue convertirnos en un grupo tropical.

–Jugar a ser latino también puede ser puro oportunismo.

–Totalmente, y me molesta mucho. Un rato quizás sí, pero no tanto. Lo que hicimos en el último disco fue ver cómo aplicar las enseñanzas que nos dejó haber trabajado con música latinoamericana de baile, pero integrando elementos más rockeros. Con un disco como “Telephatic...” ya es suficiente. Nos entretiene mucho más quizás jugar con el idioma; mezclar el español con el inglés de una manera tercermundista. Inventar palabras, expresiones. Eso creo que ha funcionado bastante bien, y tiene que ver con mezclar elementos europeos con códigos latinoamericanos no tan cliché.

–¿No es duro vivir ahora en París?

–Nunca es fácil llegar a Europa. En ese sentido, la vida en Santiago es mucho más agradable, y creo que aquí la gente tiene la suerte de vivir como en una especie de burbuja, porque la realidad europea es que estás como al centro de varias guerras simultáneas, y todo eso lo vives con un sentimiento muy apocalíptico. Nadie sabe mucho qué va a pasar. Allá se está dando ahora como una vuelta a la cultura thrash, se está haciendo música muy rara... como dicen los gringos, “anything goes”: cualquier cosa vale porque cualquier cosa puede pasar. Europa te pide que estés muy seguro de ti mismo, y la gente que no tiene convicción sobre lo que está haciendo no dura mucho tiempo. La manera de ser es muy individual, y siempre van a tratar de ganarte tu espacio. Hay que tener harta fuerza y voluntad para no parar los proyectos, sobre todo cuando son artísticos.

“NO TENGO AMARGURA

CON CHILE”

–Su contrato con Sony-Francia no prosperó, y entiendo que hasta pensaron en disolver la banda.

–Es que algo así es natural. Una banda de rock, sobre todo un grupo como Pánico, no puede hacer planes. Las cosas se van dando al día. Hay momentos en que uno realmente no sabe si va a seguir o no. Nos pasó en Chile, nos pasó allá... y me parece positivo, a la larga. Tener las cosas tan seguras, tampoco es muy excitante, ¿no? Siempre hemos dejado la puerta abierta a que puede pasar cualquier cosa; y lo que pase no es tan grave.

–Decías hace poco en un diario: “Somos un grupo diferente al que conocieron”.

–Pero es que sería muy triste que fuéramos el mismo grupo que se fue hace cinco años. Han sido años muy intensos. Nos hemos desarrollado como personas... hemos cambiado. Yo tengo una hija. Todos tienen sus vidas.

–Hay otros músicos chilenos en Europa: La Floripondio, Criminal, Fiat 600. Algunos de ellos recuerdan con amargura cuánto les costaba hacer música en Chile, en comparación con las facilidades que han conocido afuera.

–No puedo saber qué pasa con otras bandas. Nosotros nos fuimos porque teníamos la posibilidad de hacerlo. No sabíamos por cuánto tiempo sería y jamás tuvimos muy claro qué iba a pasar, pero queríamos tocar para un público más amplio. Yo no tengo amargura con Chile. El tiempo en el que estuvimos acá lo pasamos muy bien e hicimos todo lo que queríamos hacer: fuimos a todas las fiestas, pudimos drogarnos cuanto quisimos, e ir a la tele... cosas que uno no puede hacer tan fácil en Europa. Pero sí creo que hay algo que le concierne a los músicos chilenos, en general, y es que aquí hay muy poca memoria. Los grupos surgen, existen... y luego no existen más. O sea, ¿cómo es posible que hoy no se pueda comprar el primer disco de Los Cristianes o el disco de Emociones Clandestinas?

Publicado originalmente en: La Cultura Domingo, La Nación.

Escrito por: Marisol García.

Rock, pan y circo, Entrevista Spinetta

Rock, pan y circo

Cuando Sergio Marchi llamó a Luis Alberto Spinetta para charlar a propósito del libro sobre el rock post Cromañón en el que estaba trabajando, no sabía que el resultado iba a ser tanto más satisfactorio. Para su sorpresa, esa charla se transformó en una entrevista lúcida y sensible que funciona como perfecto epílogo al libro, con la que Spinetta rompe un silencio de doce años para repasar los cambios ocurridos en el rock desde los días de Almendra y Woodstock hasta el rock chabón. Radar reproduce en exclusiva algunos de los pasajes más jugosos de El rock perdido: de los hippies a la cultura chabona, que por estos días llega a los kioscos.

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"No te lastimes mientras yo estoy tocando. Soy papá, y cuando tocábamos con Los Socios del Desierto y veía un pendejo de la edad de mi hijo reventándose la cabeza contra otro, con un hilo de sangre en la cara, ya no me daban ganas de tocar. Y a la vez son cosas de una juventud que se acostumbró a esa agresividad."

Luis Alberto Spinetta se apasiona vehemente frente a la charla que acepta sostener para este libro. La idea es conversar sobre la evolución o no del público que ha seguido al rock nacional desde sus comienzos, los que lo encontraron a bordo de Almendra cuando los ‘60 llegaban a su fin. Desde hace unos doce años Spinetta hizo un corte con la prensa y sus declaraciones públicas han sido más bien escasas. Acepta hablar porque sabe que el tema de conversación puede ser mucho más amplio que la consigna que lo enuncia. A lo largo de una trayectoria que se encamina a los 40 años, la reputación artística y humana de Luis ha sido intachable. Es probable que parte del precio a pagar por esa actitud tenga que ver con su ausencia de los circuitos masivos, o que quizás ésa sea la forma de preservar en una conducta firme en tiempos en que cualquier recta pasa a ser curva.

Fue una conversación anterior que se produjo en el año 2001 la que sirvió de excusa para entrar en tema. Acababa de salir Silver sorgo, ese disco que abre con un tema que decía que “hay que impedir que juegues para el enemigo”. Era el segundo disco de una nueva etapa, iniciada con Los ojos, de un Spinetta reflexivo y tranquilo en lo musical, que contrastaba con el sonido volcánico y eléctrico de San Cristóforo. Ese cambio tan drástico fue motivado por una actitud que vio en el público. Lo decía con un humor agridulce: “Quizás ésa sea la música que más me gustaría tocar, pero cuando veo que se comienza a golpear en los recitales... No, flaco, no, tranquilizate y vení que toco lo que quieras”.

Luis Alberto esboza una sonrisa, pero se pone serio enseguida para ratificar el punto cuatro años más tarde.

“Sí, no te golpees mientras yo estoy tocando, no te lastimes. Yo que soy papá, cuando tocábamos con Los Socios del Desierto veía un pendejo de la edad de Valentino reventándose la cabeza contra otro, con un hilo de sangre en la cara, y ya no te daban ganas de tocar. Y a la vez son cosas de una juventud que se acostumbró a esa agresividad.”

Era inaudito pensar en algo así cuando vos comenzaste con Almendra.

–Pero después la sociedad argentina sufrió una mutación y una mutilación muy grande que creó generaciones de hijos de gente torturada y gente deshecha en calabozos, no nos olvidemos de eso. La Almendra de aquel entonces no sería la misma después de esa Almendra. Es una desfiguración del rostro.

¿Cómo recordás al público de los inicios?

–El público no tenía distinciones de clase. Podía estar el loco que había conseguido pepas y que estaba viendo con los ojos inyectados en sueños. Y podía estar un flaco que venía de Morón, más “rollingón” de aspecto, con el lope bien largo escondido debajo de la campera, porque la cana se lo llevaba simplemente por ser negro y tener el pelo largo, que es lo que ocurre en todas las ciudades modernas. Podían convivir diferentes públicos. Ahora es como que se polarizó. Las masas van a ver a ciertas bandas que responden al llamado popular hirviente, con música que está sometida al hervor, caldeada por ese hervor popular, que es como una especie de piquete inoperante de la expresión rockera. El piquete no está en la certeza ni en la densidad de nuestras palabras, sino en aquella actitud convocatoria y sin poesía.

¿Se podría establecer una comparación entre el público que iba antes a recitales y el que asiste ahora?

–Yo no tengo una manera de poder comparar el público, porque el que me va a ver a mí me ama. Me ama ahora y me ama antes porque es lo mismo. Pero siento que cambió en eso. Que los pibes más pobres van a ir a escuchar cumbia o música media reventada y otros van a ir a escuchar algo más fino. Que aunque no sea así en el distingo social, como si la música tuviera esos gorros, de alguna manera eso existe.

Pero antes no existía...

–No existía. La gente en general, ante el llamado creativo de tantos músicos que marcaron o estaban marcando a fuego a su generación, sintió el llamado de la libertad, por lo tanto se woodstockizó a la mate amargo, a la argentina. Comprendió que el llamado ese los unía en vez de separarlos y era una forma de mostrar el flower-power a la juventud. No te olvides que a la que encaró por el lado de la lucha política la destrozó la dictadura. Eso, que todavía no había sucedido, ya se anticipaba en gestos represivos muy importantes de la época de Onganía. Creo que la gente estaba más unida para escuchar música de todo tipo, sin tirarle nada al que no le gustaba.

¿Lo masivo tiene que ver con la

decadencia del rock hoy?

–En parte pasa; un genio masivo como Charly logra que la gente cante canciones con cierta complejidad, muy bellas: está en el límite de eso. La música verdaderamente masiva no tiene piedad de nosotros: es una música muy basada en vender discos, en el éxito comercial; algunos lo logran y otros no. Pero en general los que lo logran y vos sentís que la música es una porquería, es porque estaba pensando cómo mantenerse dentro de las reglas de lo que ya hicieron y no aprender un átimo, sino conquistar más ventas de discos. Conquistame poéticamente, quiero escuchar. Sentir que me dicen algo que me estremece el ser, que me corra un escalofrío como pasa con alguna canción de Fito, de Charly, de Cerati, de alguna gente creativa. Como cuando escuchás a Divididos zapar, cuando pasan cosas que se ponen densas porque la gente que está zapando funciona bien. O cuando escuchás otras músicas también, no necesariamente rock. Se te pone la piel de gallina, con cosas lindas. Yo vivo así. No puedo pedirle eso a la masividad.

Antes había un concepto claro.

Y había una guerra que era “comercial vs. progresiva”.

–Fue contra lo comercial y era una batalla ganada creativamente contra el producto arbitrariamente idiota, que es en lo que siempre se basó la industria discográfica. Hay mucho que es directamente idiota, y luego hay cosas idiotas de más calidad musical. Y no sé en qué puesto o en qué napa de esa estratificación, de esa coreografía de capas, de sedimentos culturales, está la música que sigue siendo como yo la quería ver cuando hacía Invisible, o con Rodolfo (García, baterista de Almendra) cuando pensábamos que escuchábamos esto y de golpe, Piazzolla; y después estábamos tocando (canta un riff de “Ana no duerme”) un arreglo de Almendra que era una mixtura. Estábamos inventando algo que surgía de nosotros. En parte es lo que sucede políticamente también. Nos cuesta convencernos de que es el alma que está en juego; es el alma con la que tomes las decisiones lo que lleva a sacar adelante la educación, la salud, la justicia. La imaginación es la herramienta para volar. No todo lo contrario: el hacinamiento y la actitud troglodita. Sonaste, eso no vuela ni con una turbina agarrada a cada brazo. Pasa eso políticamente. Si algún político inteligente ve eso... Pero sabemos que hay mucha gente que está tratando de hacer bien las cosas, pero también existen todos los otros que están en la rufa, la coima, la timba de la política. Y no hay otra porque está el hampa, el bajo hampa, la corrupción, la prostitución, el lavado. Todo sigue. Ventas ilegales de armas, todo sigue. Argentina es una frontera inmensa, un país divino, absolutamente fabuloso, nosotros somos los que estamos mal. Si los milicos hicieron eso, ¿qué querés que salga? ¿Una flor etérea como una mariposa creativa? ¿Qué querés que surja? Surge una mala onda profunda, que va a durar un tiempo. Es una herida que tiene que restañarse. Que cada uno trabaje para poner eso en orden y no confundir.

Los artistas que hacen música lúcida ayudan a ordenar eso que decís.

–Sí, pero después toda la pendejada sale masivamente a ver otra cosa y en definitiva la tendencia es otra, que es mucho más de tirarse para atriqui. Una cosa es que un genio como Maradona, que demostró que podía hacer los goles con la nariz, con cualquier cosa, haga un gol con la mano. Otra cosa es que todo un pueblo se dedique a transgredir la norma de todo y que eso sea la posta y ganarse el campeonato mundial. No, Maradona lo ganó, los boludos que usan eso hundieron el país con esa actitud de violar todos los convenios y todas las cosas. Termina en una bola de delincuencia; arrebatan la vida de la gente. ¿Pobreza? Es decir: mirá yo me quedo con una guita de acá... Es la misma actitud: yo hago el gol con la mano. ¡¡¡Está prohibido hacer goles con la mano!!! Maradona no necesitaba hacer el gol con la mano, porque después demostró que hacía un gol increíblemente mejor. Pero ésa es la habilidad de un Dios, no de un delincuente. Y eso es lo que la gente no entiende. Le gusta más la parte oscura de Maradona que la parte del genio iluminado. Me tiene podrido eso, me parece que la gente no sabe respetar a sus dioses.

¿No te parece que el rock se convirtió en esa cosa que detestábamos?

–El fútbol también y es infinitamente más violento que el rock, que no tiene tanta rivalidad porque la música no está representada por tanteadores. En el fútbol, el alambrado separa a la gente de una tragedia, de un asesinato múltiple: descuartizarían al referí y al otro que cometió el penal que el referí no cobró. ¿Viste lo que es atrás de los arcos? Eso no es digno de lo que queríamos construir como sociedad.

¿Cuándo comienza el rock a incorporar esos códigos de la tribuna de fútbol?

–Lo que se me viene a la cabeza es la película Rollerball, con James Caan. Se trata de un deporte del futuro, en el que dos equipos tienen que encestar en unos agujeros una pelota cromada, pesadísima, como de bowling. Y se chocan a alta velocidad, no recuerdo si los persiguen como en motos, y los jugadores tienen que zafar de cosas con altísimo riesgo. Más como un circo romano que como un deporte en sí. Me parece que esa película tuvo muchísima influencia en la formación de tribunas babeantes de maldad.

Hay algo de rock, pan y circo; hay algo de nerónico en las estrellas de rock. Locos, muchas veces con creatividad, otras veces no, pero con una tendencia a la egolatría tremenda, capaces de sucumbir con su propio mundo. Hay varios ídolos del rock que demostraron todo eso, otros lo siguen demostrando. Otros que disfrutaban de la consideración de diablos se han apaciguado y pertenecen al establishment más codiciado de la más rancia casta adinerada. Yo veo, por ejemplo, que Bono ha ganado tanto dinero y tiene tanto poder personal que se entrega a la política. Y hace cosas para tratar de defender cosas que otros no harían. No quisiera meterme en nada de lo que él está resolviendo; prefiero no tener un mando y jamás meterme en nada así, no sé por qué, pero no me gusta ni con un catalejo. Con eso te quiero decir que para mí estar del otro lado significaba Magical Mystery Tour, y de ahí no pasé en mi manera de violentar las puertas de mis sentidos, por ejemplo. Que es la principal violencia: gente que toma merca y sale a matar o a buscar dinero matando gente.

¿Escuchaste algo de “rock chabón”?

–No, es algo que a mí no me importa. Tengo bastante respeto por La Renga porque sé que son performers; a ellos les gusta tocar y sin acordeones, ni tumbadoras, ni música tropical. Los rescato porque son rockers y me gusta el cantante; siempre me gustó cómo toca la viola y cómo suena la banda. El material no me agrada demasiado, aunque algunas cosas tienen polenta. Pero también tienen polenta otras bandas como Los Piojos y otros más. A mí me gusta El Otro Yo. Me encantan porque tienen una actitud y están buscando algo. Con el lenguaje de la pendejada, con otras urgencias, bien de abajo, de barrio. Pero es gente pacífica, capaz de unirse por la paz para defender lo más sagrado.

¿Solamente por la desgracia que hemos sufrido como país se puede explicar la caída del rock en Argentina?

–En la época de Almendra, la represión fue una cosa. Pero más tarde fue una matanza de gente, unos sucesos imborrables para nuestra historia. Por lo tanto la música se destroza, como se destrozó la piel, se destrozó la carne, el alma y la música. De ahí, surgidas de las resacas avefénicas de todo, surgieron estas cosas que sabemos que forman parte de una florintensa, nutriente; de una misma lírica que ya llegará a otro apogeo de creencia. Es una fluctuación, como en la astronomía. Es una cresta y un desvanecimiento. En ese sentido no tiene la misma forma de onda que el cosmos. Pero sí que todo eso se recicla, que vuelve a sus fuentes y las pierde, una y otra vez. Ya desde hace muchos años el abuso del poder, como en el caso de la época de los gobiernos de facto, se dedicó a maltratar al pueblo por sobre todas las cosas; bombardearle la ciudad, o hacerle la maldad que sea, para defender a Cristo o lo que fuere. Eso hizo que apareciera gente de mala calaña. Que cuando tuvo poder para hacer hospitales y escuelas, hizo shoppings... Entonces, la gente se alimentó mal, la cagaron a palos, la torturaron y encima le dieron de comer caca. ¿Qué querés que surja?

¿Qué reflexión te merece lo sucedido

en República Cromañón?

–Es como la puerta 12 del fútbol. Ni la banda, ni los propietarios ni nadie iba a calcular que podía ocurrir una cosa así, tan dolorosa para todos. Nadie va a premeditar eso, ni a tener una idea delictiva. Pero la gente quiere ese pan y circo de la justicia también. Quiere un ajusticiado, quiere que rueden las cabezas. Pienso que es una vergüenza que Chabán se haya ido del lugar, aunque no lo considero un asesino. En mi deseo de que fuera justo todo, me da vergüenza que se haya ido y no se haya puesto él a hacerle respiración boca a boca a la gente. Sería distinto si lo hubiesen encontrado peleando.

¿Cómo es que a alguien que va a un recital de rock se le ocurre tirar una candela en un lugar cerrado?

–Hay algo de cerebro infraalimentado, con padres torturados, al que ni sus abuelos ni sus tíos tuvieron tiempo para criarlo y darle polenta y fe después de esas pérdidas. Entonces, entre los desfasajes que podría tener, uno podría ser que piense que está bien tirar una bengala en un lugar cerrado. También pasó en Estados Unidos. Eso ya no es una cuestión de que se educaron en colegios pobres, pero como acá creo que somos más sensibles e inteligentes que en Estados Unidos, pese a ser mucho más pobres, no debería haber sucedido por la ignorancia de la gente. El problema es que acá sí sucedió por la ignorancia. Allá sucede porque ellos le ponen bengalas a todo. Pero acá que somos tranquilos, digamos, por decirlo así, la gente enciende bengalas en lugares cerrados donde hay cosas que pueden incendiarse y que van a traer problemas. Hay algo de cerebro infraalimentado, cultural y proteínicamente, en gente que como no tiene dónde dejar a los pendejos los deja en una guardería donde toca una banda de rock. Porque hay mil formas para que un pibe sea rockero, pero de esa manera lo van a odiar al rock. Porque se van a acordar de que se querían dormir y tenía un gasesito el bebé; y en vez de que la mamá lo escuchara, escuchaba el bajo. Eso es inconcebible. La gente que perdió bebés ahí no tiene que hacer causa criminal a nadie, al contrario: el Estado les tendría que hacer una causa. Por abandono de la criatura, como cuando alguien no alimenta a su hijo y lo meten preso. ¿Qué tenés que haber pensado para dejar una criatura en un baño? No se hace eso. ¿Quiénes son los culpables? Todos culpables y todos inocentes a la vez. Yo creo que el tipo que pone un lugar así y lo que dice Puerta de Emergencia, lo cierra con una cadena, ése está loco de remate y tiene que pagar porque eso sí es un crimen. Una puerta de emergencia es una puerta de emergencia. Después tiene que pagar toda la cadena de coimerío. Es una gran desgracia para una banda de rock. Yo como rockero estoy de luto con eso todavía. Por más que le digas a la gente, siempre hay algún idiota que avanza con la bengala: yo hago el gol con la mano. Sí, lo que pasa es que al transgredir algo, sucede una desgracia. No todos son goles. A veces son goles en contra con la mano.

Publicado originalmente por: Página 12, Diario Bs. Aires, Argentina. Septiembre 2005.

Escrito por: Por Sergio Marchi