¿Es usted Fredy Michel?
Enrique Lowe
Esta historia se desmadeja en la Escuela de Arte de la Universidad de Chile, un conjunto de
galpones y de patios con árboles donde hay sectas, bandas y miles de alumnos intentando
pintar o sacar fuera los demonios que alimentan sus procesos creativos. Esta historia es la
de Fredy Michel - o Enrique Lowe- , un estudiante que, por sus obras, por sus salidas de
contexto y por su identidad engañosa se ha transformado en un mito local, motivando
incluso a que una banda de rock lleve su nombre.
La misión, clara. La fórmula, incierta. Había que encontrar a Fredy Michel, alumno de la Escuela de
Arte de la Universidad de Chile cuyo nombre se usó para bautizar, a principios del 2002, a una
banda de rock conocida en Las Encinas - así llaman a la escuela en honor a la calle donde se
ubica- por su carácter antimusical y tarriento. Estrictamente, la banda se llamó Fredi Michel, con i
latina.
El enredo se remonta al momento, años atrás, en que Fredy Michel Lowe Rioseco entró a estudiar
a la escuela. Ese era el nombre con que había sido inscrito en el Registro Civil, pero él estaba en
trámites para cambiarlo por Federico Enrique Lowe Rioseco. Todos, en un comienzo, lo conocieron
como Enrique Lowe, pero en alguna lista de curso se filtraron sus nombres de origen. Incluso, un
rumor no confirmado especifica que uno de los miembros de la futura banda le descubrió un carnet
de identidad en que aparecían esos enigmáticos nombres de pila: Fredy Michel.
Hoy pululan por la escuela los mismos personajes que alguna vez conocieron al culpable de esta
crónica, pero que más bien lo recuerdan por enigmas que dejó en el aire y por anécdotas que
potencian su condición de misterio difícil de precisar.
La historia de Lowe se escribe entre “dicen” y “parece”. Nadie se atreve a afirmar con exactitud
algún dato acerca de su vida porque es hermético en lo que se refiere a ese aspecto. Luciano dice
que tiene cara de cabra, “como las de cerro”; Catalina cree haberlo visto miles de veces pero no
tiene idea de quién realmente es; Sebastián asegura que de tocarlo “es como duro”, y Andrea lo ve
como “un genio dentro de sus peladas de cable”. Lo poco que se sabe es que tiene familia en el
sur, en Los Angeles; que entró a estudiar arte y que al poco tiempo se borró del mapa de un
plumazo hasta regresar un año más tarde. Pero, como dicen sus amigos, la mayoría de las cosas
que tienen que ver con él no se sabe si son verdad o mentira.
Lo que sí está claro es que su huida dio origen al nombre del grupo musical compuesto por amigos
del personaje en cuestión, que decidieron ponerle Fredi Michel a la banda cuando captaron que en
torno al tipo corrían nuevas incertidumbres.
Lo otro que se dice de Enrique Lowe es que es raquítico y que gusta de la buena vida. Que puede
dormir en pocilgas que parecen basurales, pero que toma whisky. Que puede no tener un peso en
el bolsillo, pero los consigue para una sesión de belleza. Que odia a la aristocracia, pero que
intenta vivir con sus lujos. Lo dicen sus amigos, los que lo conocieron cuando llegaba a las
entregas universitarias alcoholizado, enfundado en un abrigo de piel blanco y con los ojos
delineados de negro. Un despelotado pobre. Un talento que apenas alcanza a darse cuenta de su
genialidad y que de tanto en tanto, vía MSN bajo el pseudónimo de oletorito, amenaza con volver a
la capital. Lo último que se sabía es que estaba en el sur junto a su abuela.
El estudiante
Fredy Michel-Enrique Lowe entró a la escuela de arte sin tener idea de quiénes eran Francisco
Brugnoli o Gonzalo Díaz, profesores del plantel. De hecho, tomó el curso de pintura de Díaz -
premio nacional de arte- simplemente porque le pareció de nombre. Dicen que Díaz se transformó
en su gran maestro e influencia, ya que Brugnoli - actual director del Museo de Arte
Contemporáneo- nunca le compró su cuento, a pesar de que Lowe hizo la mayor parte de sus
extravagancias en el curso que él imparte.
Dicen además que donde Lowe erró fue en su manía por dejar volar la imaginación y no
materializar nada. Sus despampanantes ideas dejaban atónito a cualquiera, pero más
sorprendidas quedaban esas mismas personas cuando veían que la propuesta inicial no tenía
nada que ver con el resultado. A la artista Natalia Babarovic le entregó para el examen final de
pintura una chaqueta llena de insignias y parches hecha de varias obras destruidas. Para una serie
de diez cuadros que debía pintar para Díaz, observó los trabajos que hace tiempo venían
desarrollando sus compañeros, tomó un segmento de cada uno de ellos e hizo una réplica a
escala. A Brugnoli lo subió a su “minibús de la muerte” y lo llevó a pasear a Avenida Matta, donde
dicen que, de pura casualidad, el profesor se encontró con un amigo del pasado transformado en
mendigo.
Una performance tras otra. Todas en dirección a una retirada inminente, que caló hondo el día en
que concluía el taller de Brugnoli. Arturo Cariceo, ayudante del curso, recuerda la anécdota. “Había
prometido no aparecer, sin embargo lo hace y se presenta a la comisión evaluadora pegando en
un muro la carta que Kurt Cobain redactó antes de volarse los sesos. En el otro extremo de la sala
se escucha una grabadora donde lo único nítido es la palabra Warhol. Lo que llamó la atención de
todos era que fue su única presentación en plena sobriedad”. Ivo Vidal, artista y guitarrista de la
banda, recuerda que Gonzalo Díaz observaba estupefacto. Díaz, por su parte, explica el punto: “Lo
que yo miraba era cómo instalaba el parlante, cómo se le caía el bolsón, cómo no le hacía el
enchufe o se le caía el papelito que pegaba. Todo era así porque tenía esa cosa de estudiante que
se pone nervioso a la hora de exponer. Cuando ya estaba todo dispuesto y había instalado todas
las porquerías, aprieta play y se escuchan unos tarros y una voz que repetía Andy Warhol-Joseph
Beuys-Pablo Picasso durante media hora. Por su puesto que Brugnoli no se tragó la huevada, pero
él lo que quería era intervenir la seriedad de Brugnoli”.
Después de esa experiencia, Lowe desapareció para siempre de la escuela. Dicen que nunca
estuvo de acuerdo con la institucionalidad artística y que por eso decidió abandonar las “bellas
artes”. Dicen también que quería contribuir al mito y abandonar la carrera poco antes de finalizarla.
La banda
Los Fredi Michel se formaron durante el segundo año universitario, tras la desaparición de Lowe.
Ivo Vidal, viendo que no tenían nombre para el grupo y que la historia del prófugo en algún
momento había unido a cada uno de los participantes del conjunto, propuso la idea. “Cuando se
fue había chipe libre para especular. Los rumores acerca de su identidad empezaron a tomar
vuelo. En ese entonces yo justo estaba tocando con gente de la escuela. Como no hallábamos
cómo ponernos y él se había ido sin decir nada, quisimos tomar el nombre que quedaba vacante.
Era un acontecimiento que nos había unido a todos”.
Aunque el murmullo que pegó más fuerte era que Fredy estaba tramitando los documentos que lo
convertirían definitivamente en Enrique, hoy cuentan que en realidad estaba viajando por Buenos
Aires. Eso dice su amigo Sebastián Sanpieri, quien le dio la noticia de la existencia de la banda a
su regreso. “Le dije: Enrique, el Ivo tiene una banda. Ahhh, qué bueno, ¿y cómo se llama?, me
preguntó. Fredi Michel, le respondí. Quedó helado. Como que no podía creerlo”.
El hecho le hizo comprender que algo estaba pasando en torno suyo. Que aunque él no lo
buscara, su ausencia-presencia, ese concepto que tanto le habían recalcado en la escuela,
generaba reacciones. Decidió pasar por alto lo que pudo haber sido un incidente, pero el siguiente
rumor fue que se había convertido en el presentador oficial de la banda. La verdad es que sólo una
vez, en un bar cercano al Parque Forestal, tomó ese papel. Su intervención estaría grabada. Los
testigos cuentan que salió al escenario en un estado etílico tal que se puso a hablar de su infancia
y de unos perros que tenía. El público aplaudió a Fredy Michel presentando a los Fredi Michel.
El ambiente era denso, oscuro, a todo volumen, propio de una tocata under. Los Fredi Michel
tocaban covers de Gloria Trevi y dejaban sentir la influencia de Los Prisioneros o, para ser más
precisos, de Sonic Youth. “En un primer momento tocábamos rock sucio de corte sicodélico al cual
denominábamos rock antiprogresivo. Luego la cosa derivó - para distanciarnos de los rockers de
verdad- desde ritmos tropicales nostálgicos como el cha-cha-cha hasta otros más actuales como
el ya insoportable reggaetón”, explica Ivo. Según Gonzalo Díaz, los Fredi Michel no son una
excepción a la regla dentro de la escuela de la Chile. “Hay una onda con eso de la banda
desafinada tarrienta. Siempre hay un par de personajes talentosos, al peo, medio perdidos y
temerarios con sus vidas. Aquí se producen bandos agarrados de no sé qué fantasma. Yo no
alcanzo a darme cuenta en detalle del fenómeno”.
Las tocatas se efectuaban en la misma universidad o en uno que otro bar que les abriera sus
puertas. Pero fue en el Museo de Arte Contemporáneo, durante el Salón de Alumnos, donde se
consolidó por fin la historia de la banda y del personaje. Ivo, el guitarrista del conjunto, llenó los
alrededores de la galería con afiches que citaban a una tocata de los Fredi Michel en la sala Pablo
Burchard del museo. Por su parte, Enrique Lowe, que exponía en el mismo lugar, cambió el
nombre de la sala Pablo Burchard y, replicando las letras de bronce de la placa, la bautizó como
Enrique Lowe. Cuando los convocados llegaron al recital, se encontraron con el afiche de los Fredi
Michel enmarcado en la sala Enrique Lowe.
De los Fredi Michel poco queda. Dicen que el conjunto está prácticamente muerto, aunque a veces
patalea. De hecho, al cierre de este artículo daban un recital en el Cine España. Las razones del fin
del grupo original obedecen al distanciamiento de sus integrantes. Algunos fueron expulsados de la
escuela y otros simplemente tomaron otros rumbos. Por su parte, Enrique también había partido. Y
aunque a veces pareciera estar bajo tierra, en ocasiones, también patalea.
El análisis
Hasta ahora, la única manera de desentrañar el mito parece ser por medio del boca a boca. Lo que
es real es que la disciplina no es el fuerte de Enrique Lowe y que cuando mejor produce es
“cuando se arranca con lo tarros”, asegura su ex profesor Enrique Matthei.
Cuentan que una vez estaba en una especie de culto a Vinicio - estudiante del Arcis que murió
atropellado hace algunos años- y que él, a todo pulmón, gritó: “¡Qué bueno que se haya muerto el
Vinicio!”, con la consiguiente perplejidad de los presentes.
Dicen también que todo lo que hace Lowe tiende a mitificarse. Que tiene un intelecto superior,
brillante, pero de grandes contradicciones. “Por una parte está eso y por otra la capacidad de
destruirlo todo sin ningún problema. Busca provocar desproporcionadamente desajustes en un
afán destructivo”, especula Sebastián Sanpieri.
Comentan sus amigos que las tradiciones son importantes para Lowe, al menos en relación al arte.
Admiraba a Adolfo Couve a tal punto, que proyectó hacer sus propias lecciones de pintura en un
cassette dorado que nunca terminó de materializar. Gonzalo Díaz asegura que todas sus entregas
tenían algo genial, que superaba el nivel de propuesta. “Siempre hacía algo propiamente, no
taquilleramente ni impuesto. Sus trabajos mostraban la economía del lenguaje. Como la mayoría
de los estudiantes, era más bien mudo o discursivamente inconexo”. Pintaba en cartones que
apenas preparaba y si la volada artística lo pillaba en un trance alucinógeno no tenía reparos en
pintar arriba de la tapa del W.C., porque él lo que hacía era “obras urgentes”.
Arturo Cariceo dice que Lowe respondía al patrón “self-destroyer”. En la práctica eso se traduce en
tipos que aprovechan su hermetismo creando una especie de “malditismo ondero”. Swen Hauser
(sex symbol por varias décadas), Marcela Moraga (la Kim Deal de Las Encinas) y Juan So
What’cha Want’ Céspedes también hicieron lo suyo dentro de la Escuela de Arte de la Chile. “Su
actitud de intentar hacer algo pero al final no hacer nada siempre me pareció interesante, aunque,
por presión curricular, empezó a producir obras experimentalmente correctas que dialogaban con
el espíritu del curso”, afirma Cariceo, quien, en todo caso, se apura en explicar que a pesar de todo
lo que podía suceder en torno a las obras de Lowe, éstas eras inhibidas habitualmente por las
presentaciones de Producciones con Actitud, un combo de dos alumnos que hacía desde recitales
noise arriba del techo, hasta verosímiles recreaciones de protestas con balines, piedrazos y
lacrimógenas en la sala. “Esta fatalidad en la espectacularidad de las presentaciones de Lowe era
rocanroleramente heiddegereana”.
El regreso
Más de alguna de mis fuentes se refirió a Michel como un místico. Uno hasta lo comparó con
Zaratustra, quien después de vivir en la montaña vuelve a la ciudad a predicar. Lowe se habría
retirado al sur para llevar una vida más contemplativa, pero sus amigos señalaban que debía estar
por regresar. Y no se equivocaron. Oletorito apareció en el chat y me confirmó su arribo a la
capital. Dijo: “Viernes, a la despedida de la Ana, nadie sabe, guarda silencio, nos vemos”.
El asunto es que esta vez su promesa no quedó en el aire y, aunque nuestro encuentro sólo fue
perturbado por un error de locación - desconozco el motivo por el cual Enrique entendió que la
reunión sería en la Biblioteca Nacional- , finalmente lo vi. Es flaco, pero no raquítico. Tiene unos
ojos grandes y rasgados perturbadores, pero su mirada no resulta intimidante. Y no es todo lo
extravagante que se prometía. Quizás por primera vez, aterrorizado por la fama que le daría su
intención de desmitificarse, se mide, incluso, en sus palabras. Lo tengo en frente: el mito sentado a
la mesa de un café, hablando frente a la grabadora.
- ¿Dónde estabas?
- En el sur, viviendo con una tía porque me peleé con mi abuela.
- ¿Qué hacías en el sur?
- Me hice Hare Krishna. Un tipo que vendía pan integral me convenció y me llevó a Concepción.
Pero duré tres días nomás. No me gustó. Era toda una performance, como todo. Como Brugnoli.
- A propósito, ¿qué relación tenías con Brugnoli?
- Lo respeto mucho, pero no entiendo su rigurosidad, esa ficha técnica que se empecinaba en pedir
y que yo no se la iba a hacer. Brugnoli es una performance, la performance que hay que ser para
ser director de un museo. Su pelo, su pinta, todo.
No sé por qué motivo caemos en el robo de la escultura de Rodin del Bellas Artes. El responsable
indirecto, según Lowe: Brugnoli. Dice que es profesor del Arcis y que con todo su rollo de
“ausencia- presencia”, seguro que inspiró a Emilio Onfray en el hurto de la pieza. “Pregúntenle a
él”, recomienda.
- ¿De dónde eres?, ¿puedes contarme tu biografía?
- Nací en Santiago en 1983 y a los cinco años me fui a vivir a Los Angeles porque la familia de mi
mamá es de allá. Tengo otro hermano (disminuye la voz como terminando ese tema), pero no
vivíamos juntos.
- ¿Hasta cuándo te quedaste en Los Angeles?
- Hasta los ocho años, porque ahí nos fuimos a Mendoza, donde mi papá vio una buena
oportunidad para hacer negocio. Importaba artículos de cama de Brasil y los vendía. Mi vieja
atendía el negocio y yo iba al colegio. A los doce volví a Santiago por un semestre y después nos
volvimos a Los Angeles donde permanecí hasta cuarto medio.
- ¿Te gustaba la vida en provincia?
- Me cargaba. Sentía que en Santiago estaba todo, porque allá no había cine ni nada, aunque
ahora más de grande me gusta.
- ¿Y cómo se desarrolló tu veta artística?
- Cuando ya estaba más rebelde, como a los catorce, empecé a leer y a juntarme con otros como
yo. En el colegio leía a los poetas malditos, que era lo máximo que uno podía hacer. Una vez una
profesora me preguntó si había leído a Lemebel, que nunca me gustó, pero tendían a asociarme a
cosas extrañas. También me gustaba Rimbaud. Su desagrado por la burguesía me identificaba.
Porque tomarme un whisky no cambia mi pensamiento.
- ¿Cuál fue tu primera impresión cuando entraste a estudiar arte a la Chile?
- Conocí la escuela, vi su infraestructura y ahí me di cuenta de que no era como la Academia de
Bellas Artes. Pero yo no sabía nada de Díaz, de Brugnoli ni de nadie. No estaba consciente de lo
que era el arte, porque veía los trabajos de mis compañeros, algunos súper sucios y les
preguntaba: ¿esto es arte?
- ¿Y tus trabajos cómo eran?
- Mis trabajos los pensaba mucho, aunque aparecieran a última hora. Era súper riguroso en qué
mostrar o no.
- ¿Es cierto que la mayoría los hacías drogado?
- Eso fue una vez que desarrollé la marca Born Free. La noche anterior me había quedado en la
casa de un amigo y estábamos súper drogados. Le dije que tenía una presentación y que me
acompañara como mi modelo. Llegamos y se estaban todos retirando. Lo llevé a una parte de
atrás de la escuela donde había un espantapájaros. Lo puse ahí e intenté hacer una circunvalación
por el campus. Comprendí que algo visual podía armar la obra, aunque no tuviese mucho
contenido. Era para Brugnoli.
- A Brugnoli también lo llevaste en el minibús de la muerte.
- Es que me interesa esa cuestión de la muerte. Quizás tenía que ver con que yo también me iba a
salir de la escuela. Lo veía venir.
- Por eso la obra de Kurt Cobain.
- Para eso yo ya venía medio muerto porque había entregado no más del cincuenta por ciento de
los trabajos correspondientes. Pero Cariceo me incitó a presentarme con una obra que quedará en
la memoria o casi. La carta de Cobain me identificaba. De alguna manera yo también había llegado
a ese punto. Habla de los fanáticos, de que ya no quiere más de eso, y yo me estaba despidiendo
del fanatismo institucional, artístico. Fue todo muy displicente. Hasta que Brugnoli me pidió la ficha
que yo no había hecho y me puse todo nervioso. Pero cuando me iba yendo, Gonzalo Díaz
tarareaba: “Annnndy Waaarhol”.
- ¿De qué más hablan tus obras?
- De mi vida, de la intimidad de Enrique Lowe. De la problemática arte y vida. Como Warhol: yo
caché que eran cosas sencillas, propias, que tenían que ver con su temple. Los temas más
recurrentes en mis obras son la muerte, el olvido, la rebeldía.
- Pero generalmente las obras quedan y los artistas quieren que se perpetúen.
- Lo clásico en el arte es el no olvido. La obra que se transforma en una especie de monumento.
Mis obras no quedan registradas más que en la memoria.
- ¿Por qué dicen que nadie sabe nada tuyo?
- No sé, dicen de todo.
- ¿Pero tú estás consciente de que eres una especie de mito dentro de la escuela?
- Cuando el Ivo le puso el nombre a la banda, caché que algo estaba pasando. Nunca he querido
mostrarme mucho, pero parece que al no mostrarse uno termina exponiéndose más. Yo creo que
es un problema de expectativas. Quizás la cagaba contando todo lo que iba a hacer, pero que
finalmente no hacía.
- Lo que sí hiciste fue cambiarte el nombre.
- Sí.
- ¿Por qué?
- (A estas alturas ya no le está gustando tanto el tema) En honor a mi padre que murió y se
llamaba Fredy Enrique. Ahora mi cédula dice Federico Enrique Lowe Rioseco.
- ¿Por qué se generó tanto boche con este tema? Dicen que te fuiste a arreglar papeles y
que te pillaron un carnet.
- Lo del carnet no lo recuerdo, y lo de que me fui a arreglar papeles es mentira porque andaba en
Buenos Aires paseando. Ojalá esto sirva para parar la cosa.
- ¿Se acabó el mito?
- Es que la banda ya no existe y Fredy Michel ya sabes lo que pasó con él: se suicidó.Por:
Pilar Ovalle
La madre de la única hija de Pablo Neruda
Reportaje:
M. Antonia Hagenaar
Una mujer con tres sombreros
La madre de la única hija de Pablo Neruda es una especie de sombra en la vida del poeta. A
cuarenta años de su muerte, su fantasma aún perturba e ilumina la época dolorosa y oscura
en que siguió a Neruda -de ciudad en ciudad- en medio de un mundo convulsionado. Tras la
separación, el gobierno de González Videla la trajo a Chile con el propósito de desacreditar
a su esposo. Dejó pocos recuerdos en Santiago, donde no fue muy bien tratada y donde
además tuvo líos con la policía.
Una foto de bordes decorados con dibujos de nativos y palmeras es el único recuerdo que quedó
del día en que Pablo Neruda se casó por primera vez. Se trata de una imagen en sepia donde
aparece un Neruda muy serio y vestido de blanco. A su lado su flamante esposa, la javanesa de
origen holandés María Antonia Hagenaar. Ella se ve algo más contenta, con los labios pintados de
rojo, el cabello corto, un femenino sombrero alón y un generoso ramo de flores. Ambos posaron
frente a su casa de Batavia, que según dicen era pequeña pero acogedora.
Neruda había conocido a Antonia sólo meses antes, durante un partido de tenis. Ella, altísima,
delgada, de pelo y ojos claros, había llamado la atención de este poeta que oficiaba de cónsul de
Chile en la isla. Suave y de buen carácter, era muy distinta a su anterior relación, la fogosa y
enigmática Jossie Bliss. “La pantera birmana” había quedado atrás después de que amenazara al
poeta matarlo de puros celos.
Antonia no bailaba alrededor de la cama de Neruda con un cuchillo en la boca como lo hizo Jossie
ni demostró las facultades amatorias de la mítica birmana, pero logró que Neruda se casara con
ella a sólo meses de conocerla. Algunos dicen que la decisión del poeta estuvo guiada por la
terrible soledad que sufría en esos lejanos lugares, y otros, más suspicaces, creen que su
intención era vengarse de Albertina Azócar, su amor chileno que se negó a seguirlo a Batavia.
Según cartas que mandó Neruda a su familia después del matrimonio, era feliz junto a Antonia.
Ella, según le explicó a su padre, era hija de una familia de origen holandés pero residente desde
hacía generaciones en Java. No poseía fortuna personal porque su padre se había arruinado por
malos negocios y trabajaba como empleada en la firma comercial Bataviascha Afdelingsbank.
En Confieso que he vivido la describió como una criolla, es decir “holandesa con gotas de sangre
malaya”. Eso es corroborado por genealogistas que aseguran que Antonia Hagenaar era hija de
Richard Pieter Fedor Hagenaar (nacido en 1857 en Yakarta) y de Antonia Helena Vogelzang
(nacida en Semarang en 1879), quien además tenía como ancestro a una esclava local de nombre
Oranina. De allí las “gotas de sangre malaya”.
Antonia tuvo dos hermanos que fallecieron el mismo año, en 1921, por causas desconocidas. Esa
fue, quizá, la primera de las miles de fatalidades por las que pasó y que la convirtieron a medida
que pasaron los años en una persona pesimista, ermitaña y hermética.
El primer tiempo de su matrimonio con Neruda transcurrió perfecto. Ella cosía mientras él leía en
su casita de pocos metros cuadrados. Solían ir de paseo, mirar arreboles y realizar románticos
picnics. Antonia, que ya se hacía conocer por Maruca de Reyes a instancias de Neruda, se sentía
orgullosa de ser la esposa de un cónsul a pesar de que fuese de un país lejano y desconocido y de
cuyo idioma no hablaba palabra alguna.
A los pocos meses de su matrimonio a Neruda lo trasladaron a Singapur, pero esa residencia
también les duró poco ya que la crisis mundial obligó al gobierno chileno a suprimir el cargo de
cónsul. Así, Neruda junto a su esposa se embarcaron en un buque de carga rumbo a Chile. Según
la escritora y periodista Virginia Vidal, el viaje duró dos meses al cabo de los cuales llegaron a
Puerto Montt. Luego tomaron un tren para llegar a Temuco, donde vivía la familia del poeta. Según
asegura la autora, a Maruca no la recibieron con mucho entusiasmo, quizá porque era de un país
extraño y no hablaba castellano. Era, además, según Vidal, “altísima, sana y de buen apetito”.
Al tiempo la pareja partió a Santiago, donde comenzaron los problemas conyugales que más tarde
terminaron en la más triste de las historias.
Largas noches de bohemia
En Santiago, el aún joven matrimonio se estableció en una pensión céntrica y vivía en precarias
condiciones. El salario de Neruda apenas alcanzaba para pagar el arriendo, que incluía baño
colectivo y otras incomodidades. A pesar de esa realidad Maruca no se quejaba, y según cartas
que envió a su familia política, esas dificultades las veía como temporales. Lo que sí le
desagradaba eran las costumbres bohemias de su marido, que solía llegar de madrugada debido a
reuniones y tertulias eternas con sus colegas poetas. Maruca era absolutamente ajena al mundo
de las letras, por lo que esas conductas le resultaban incomprensibles. Justamente por eso, nunca
se sintió cómoda en los círculos de amigos de Neruda ni tampoco fue bien recibida entre ellos. El
pintor Pedro Olmos la recordó en una ocasión como una extranjera alta, sin mayores gracias y
anodina; Sara Vial como “una sargento más alta que Pablo”, y Diego Muñoz como “un ser extraño,
hermético, con la que no se podía conversar sino sólo en inglés. Hizo lo imposible por distanciar a
Pablo de sus amigos”. El mismo escritor contó en una ocasión que acompañó a Neruda a su casa
de madrugada y se impresionó al verla esperando en el balcón, quizá desde temprano. Del
ambiente literario sólo se llevaba bien con María Luisa Bombal.
Aunque Maruca no lo supo, Neruda aprovechó su regreso a Chile para tratar de ponerse en
contacto con su antiguo amor, Albertina Azócar. Le escribió unas tórridas cartas en donde la citaba
en Santiago para “besarle la frente”.
Las cosas no cambiaron mucho en Buenos Aires, donde fue trasladado al tiempo. Neruda participó
activamente en el ambiente bohemio bonaerense y peleaba por la misma razón con Maruca
durante el día. En la capital trasandina Antonia quedó embarazada de la pequeña Malva Marina, la
única hija de Neruda. La niña nació durante la estadía del matrimonio en Madrid, en agosto de
1934, y llegó al mundo enferma. El parto fue difícil y la chica estuvo al borde de la muerte. Con
bajo peso e hidrocefalia, se convirtió en un motivo de lamento para su padre poeta. Dos años
después del nacimiento de la pequeña Malva, la situación en Madrid se hizo insostenible debido a
la Guerra Civil. Para colmo de males, Neruda ya estaba enamorado de Delia del Carril, una
atractiva argentina mucho mayor que él y a la que introdujo a su casa como pensionista bajo el
pretexto de que ayudaría a Maruca con los cuidados que requería la pequeña Malva (ver “La niña
del carrito”, Fibra 22).
Según el académico chileno-alemán David Schidlowsky, autor de la muy prolija y extensa biografía
del poeta Las furias y las penas, Neruda y su tiempo, ése fue el inicio de uno de los capítulos más
oscuros del poeta, el humanamente más cuestionado. Neruda le habría propuesto a Maruca que
partiera a Holanda, donde la niña podría ser mejor atendida, mientras él se quedaría en Madrid.
Así ella partió a Montecarlo, y luego a Holanda, sin saber que en realidad se estaba separando de
su marido en forma definitiva. Esa conclusión se desprende por las cartas que Maruca le mandó al
que aún creía su marido pidiéndole recursos para mantenerse y mantener a Malva, a quien había
entregado a una familia custodia para su cuidado. En esas cartas ella lo trata de “mi querido
chancho” y las firmaba como “tu chancha”, apodos extraños en boca de una mujer separada de su
marido. Esa suposición de Schidlowsky es corroborada con el hallazgo de los avisos en el
periódico local holandés que anuncian la muerte de la pequeña, acaecida en la ciudad de Gouda
en marzo de 1943. Tanto el obituario como los agradecimientos están firmados por Ricardo Reyes
(nombre legal de Neruda, que en ese entonces estaba en México), M. Reyes-Hagenaar y, desde
Java, la abuela A.H. Hagenaar-Vogelzang. Es decir, hasta marzo de 1943, Antonia usaba su
nombre de casada.
Divorcio a la mexicana
La dura realidad se le presentó a Maruca en el peor de los momentos, a la muerte de la pequeña
Malva Marina. Dado su triste deceso, Maruca manifestó a las autoridades chilenas en Europa que
deseaba reunirse a la brevedad con su marido. Ella quería salir de una Holanda ocupada por los
nazis ya que subsistir ahí era cada vez más difícil. La embajada le avisó al poeta mediante un
telegrama y le propuso repatriarla. Neruda mandó la más cruel de las respuestas. “A pesar del
interés, no deseo el regreso de mi ex esposa a Chile”, dice el mensaje reproducido en el libro de
Schidlowsky y que el autor encontró en el Archivo Confidencial del Ministerio de Relaciones
Exteriores. El telegrama advertía además que si Maruca viajaba le suspendería la mesada que le
mandaba esporádicamente. Schidlowsky califica en su libro la actitud de Neruda como inhumana y
lamentable, ya que condenaba a Maruca a vivir en medio de la guerra y casi sin dinero.
Seguramente fue en ese instante cuando ella se dio cuenta de que su “chancho” ya no era tal. Su
marido se había divorciado unilateralmente de ella en México un año antes, aunque el trámite no
fue reconocido por las leyes chilenas.
Así las figuras de María Antonia y de Malva Marina pertenecen al episodio más oscuro de la vida
del poeta, según el catedrático que pasó años investigando la vida del autor del Canto general y
cuya información plasmó en un libro de más de mil 300 páginas.
Nada se supo de Maruca hasta principios de 1948, cuando fue contactada en Holanda por el
gobierno de Gabriel González Videla, quien había proscrito al Partido Comunista y estaba
empeñado en desacreditar a Pablo Neruda, senador de la colectividad.
Las autoridades chilenas le cursaron una “invitación” para venir a Chile con la idea de que lo
acusara de bigamia. Ella, debido a su precaria situación económica en Europa, aceptó la iniciativa
y el 26 de febrero de ese año emprendió su viaje a Chile. El lunes 1 de marzo de ese año se
presentó en el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde habría declarado que no iba a dar
entrevistas desacreditando a Neruda. “Ella manifestó que su ánimo no era molestar a su marido,
sino conseguir de él los recursos necesarios para mantenerse” manifestó Schidlowsky.
A la salida del ministerio, el diario Las Noticias de Ultima Hora trató de entrevistarla, siguiéndola
por las calles céntricas. “He venido a vivir a Chile porque soy la esposa de un ex funcionario
diplomático”, fue una de las únicas frases que emitió. “¿Qué hace, dónde vive?”, preguntó el
periodista. “No sé, no sé todavía qué haré. Vivo cerca de acá, en la casa de unos amigos míos. No
sé si viviré en un hotel después”. Esa mañana vestía de negro, sombrero de paño y tacos bajos,
pero debido a su metro 80 no era difícil de seguir. Observó la vitrina de una zapatería y luego de
preguntar dónde quedaba la calle Ahumada se dirigió a las oficinas de unos abogados de apellido
Aldunate. Allí estuvo 40 minutos y luego tomó un taxi.
El reportero que la siguió la describió como una mujer de rostro agradable y gestos amables, pero
no todos opinaban lo mismo. La directora de la Fundación Neruda, Aída Insunza, esposa del
abogado que defendía a Neruda, tiene recuerdos más lapidarios: “Era una mujer desagradable,
con un gesto feo en la boca. Usaba faldas largas, zapatones y un corte de pelo anticuado. Vino a
Chile a sacarle plata a Pablo”.
Dos meses más tarde se presentó en el Cuarto Juzgado Civil solicitando el disfrute de los bienes
de su marido, quien se encontraba en la clandestinidad. Antes de eso había presentado una
querella por bigamia contra Neruda, quien se había casado en México con Delia del Carril. La
demanda no fructificó porque las leyes chilenas no reconocieron el enlace mexicano, por lo que
legalmente Neruda seguía casado con Maruca.
“Ella es tan tonta”
Según genealogistas holandeses, la madre de Maruca, Antonia Helena Vogelzang, murió el 15 de
agosto de 1945 en Tjideng, Batavia. Lo macabro es que Tjideng no era un sector de la ciudad sino
un campo de prisioneros japonés donde destinaron a mujeres y niños de origen europeo y del que
se cuentan más de diez mil víctimas fatales. Así, la suegra de Neruda habría terminado sus días
en un lugar famoso por sus malas condiciones y malos tratos. Fibra envió mensajes a ex
prisioneros de Tjideng y no pudo confirmar la muerte de la suegra de Neruda en ese lugar, pero sí
que ella aparece en una lista de “residentes” fechada en abril de 1944. Así, cuando Antonia
Hagenaar llegó a Chile ya había perdido a su hija, a sus padres, a sus hermanos y había sido
abandonada por su marido.
La entrada al país no quedó registrada en la embajada de Holanda, porque María Antonia habría
llegado con pasaporte diplomático chileno. ¿Qué hizo en su estadía en Chile? Todo está en la
nebulosa, porque dada su personalidad poco comunicativa y aún más retraída después de la
muerte de su hija, dejaba muy pocas huellas de su existencia. Se sabe que vivió en casa de la
pintora María Tupper, donde no la recordaron con cariño una vez que se fue porque “solía hacer
cosas desagradables como acabarse el café o echar a perder el califont”, recuerda la hija de la
artista, Isidora Aguirre. Su hermana María Elena Aguirre tiene rememoranzas más difusas: “Era
altísima, muy flaca, huesuda y callada. Creo que sufrió mucho”.
La casa de María Tupper quedaba en el centro. Era una casona antigua de adobe, varios patios y
cuarenta habitaciones. En una de ellas se alojó Maruca algunos meses. “Mi madre decía que lo
único que quería era que se fuera. Una vez se encontró con Neruda y le contó la situación, y él le
contestó que no quería saber nada acerca del tema”, recuerda Isidora Aguirre.
En esa casa fue cuando Maruca fue sorprendida por una empleada que se asomó por una ventana
de su pieza. Ella la vio premunida de tres sombreros conversando con unos gatos del barrio. Esa
anécdota dio el título de una investigación de Virginia Vidal titulada: “Maruca Hagenaar, con tres
sombreros puestos”.
Luego de irse de la casa céntrica de María Tupper, Maruca registró varias direcciones en Chile:
Callao 604 piso 2, Compañía 1678, Los Leones 2469 y Luis Thayer Ojeda 63. La última de ellas
era la residencial donde vivía cuando el 15 de febrero de 1954 a las 8.30 de la mañana fue
detenida por efectivos de Investigaciones. El único medio de comunicación que escribió al respecto
fue Las Noticias de Ultima Hora, que tituló el 19 de febrero: “¿Dónde está la primera esposa del
poeta Neruda?”. En el diario no se informaba sobre los motivos de la detención, pero sobre ella se
refirió el gran amigo de Neruda, Tomás Lago, en su libro póstumo Ojos y oídos. Cerca de Neruda.
Relató que el poeta estaba preocupado porque debido a la detención de Maruca podría verse
involucrado su nombre en un asunto ingrato. Tomás Lago pensó que seguramente era por
contrabando, pero Neruda no lo creía: “Ella es tan tonta que no se me pasa por la mente una
actividad semejante de su parte”, habría dicho. Después de varios llamados a personas bien
relacionadas, ambos averiguaron los motivos: drogas. “Nunca se conoce bien a las personas con
las que se ha vivido. Siempre me pregunté de qué vivía”, le señaló Neruda a su amigo Lago.
En Investigaciones aseguran que no conservan ningún archivo que confirme que María Antonia
Hagenaar estuvo relacionada con narcotráfico.
Después de ese episodio Antonia volvió a entrar en el misterio, hasta que el 8 de octubre de 1957
la embajada de Holanda le otorgó una suerte de pasaporte para abandonar el país. Según se dice,
recibió de Neruda 300 mil pesos de la época, aun cuando ella le pidió un millón como condición
para firmar la nulidad.
Maruca se fue de Chile con destino a La Haya. En esa ciudad holandesa registró cuatro
direcciones. La primera de ellas (Frankenslag 153) el 9 de enero de 1958 y la última (Beeklaan
458) el 18 de septiembre de 1961. Al parecer también eran residenciales donde arrendaba piezas.
La suerte nunca la acompañó, ni siquiera después de su muerte acaecida el 27 de marzo de 1965.
Fue enterrada en una tumba para indigentes en el cementerio de La Haya y sus restos depositados
en una fosa común después de diez años, ya que nadie pagó los derechos correspondientes. Al
saber la noticia de su muerte, Neruda pudo casarse, pero esta vez con Matilde Urrutia.
Por:
Alejandra Gajardo
Viejos Acordes
José Hosiasson y Omar RivoiraAmbos llegaron a Chile hace muchos años por circunstancias inesperadas y se fueron
quedando entre nosotros, semi sumergidos en sus respectivas pasiones: el jazz y el tango.
Un polaco que huyó de la guerra y un argentino que cruzó la cordillera sin saber muy bien a
qué lugar se dirigía. Son José Hosiasson y Omar Rivoira, memoria viva de la música popular
en la que reaparecen los mitos de siempre, desde Louis Armstrong hasta Enrique Santos
Discépolo.
Omar RivoiraPor: Ian Badiola
A los 83 años, este solitario pianista argentino sigue trabajando seis noches a la semana.Desde que llegó a Santiago a fines de 1951 dedicó buena parte de su vida a difundir el tangoen nuestro país. Ahora simplemente toca para espantar la nostalgia.No le gustan las entrevistas, porque considera que son un alarde innecesario. Y él siempre ha sidoun tipo tímido y reservado. Por eso disfruta con la compañía de sus cinco gatos en su casa en calleSan Camilo. Ahí tiene su taller de reparaciones, que más bien parece un museo de pianos. A esose dedica durante el día. Pero cuando se acerca la noche se pone un elegante traje negro, corbataroja, pañuelo blanco, y camina a tomar la micro que lo deja cerca de una tanguería de Providencia,donde el salón evoca las calles de Buenos Aires y de las paredes cuelgan afiches de películasviejas. Al fondo está el escenario, donde lo esperan los integrantes del Sexteto Real Caló. Sentadoal piano, Omar Rivoira hace una seña al bandoneón y el contrabajo responde marcando elcompás. El murmullo que proviene de las mesas se interrumpe súbitamente cuando una melodíaconocida por todos anuncia el inicio del ritual. Las siluetas que aguardaban entre las sombras sedeslizan en dirección a la pista, confabulándose para revivir sensaciones olvidadas.Tenía veintitantos cuando cruzó la cordillera junto a un grupo de amigos para pasar unos quincedías en Chile. Pero terminó quedándose, enamorado del país y de una mujer. Primero trabajó envarias quintas de recreo; luego fue fantasista de radio Cooperativa Vitalicia, músico del restauranteIl Bosco y miembro de un sinnúmero de orquestas de variedades. Se casó y tuvo una hija, peroambas murieron hace algunos años. Su terapia para espantar la nostalgia consiste en seguirtocando casi todas las noches. Y cuando habla de tango o política, de sus pequeños ojos desbordala pasión.- ¿Cuándo comenzó su carrera de músico?- Yo tocaba el piano desde los tres años, sentado en las faldas de mi abuelo. A los seis entré alconservatorio y a los quince me recibí de concertista. Entonces me uní a una orquesta infantil ycomenzamos a tocar en una boite. Mi mamá estaba espantada. Yo intentaba tranquilizarladiciéndole que éramos unos muchachitos tranquilos, que después de actuar tomábamos mate yque no le hablábamos a las minas. Pero la verdad era que las mujeres de la boite veían a uncabrito joven y se volvían locas.- ¿Por qué decidió venir a Chile?- A comienzos de los cincuenta tocaba en la Orquesta Símbolo de Osmar Maderna, un talentosodirector y arreglista argentino al que le decían el Chopin del Tango. La cosa es que estábamosactuando en el club Bambú en Tucumán y escuchamos por la radio la noticia de que Madernahabía muerto pilotando su avioneta. Al cabo de unas semanas se nos acercó un representante ynos preguntó si queríamos conocer Chile, a lo que nosotros contestamos ¿y dónde queda eso? Sinpensarlo demasiado, agarramos las maletas y cruzamos la cordillera en tren desde Mendoza comoquien va a comprar a la esquina. Finalmente me quedé 54 años en Chile casi sin darme cuenta.- ¿Pasaron apuros en los primeros días?- No, llegamos en condiciones estupendas. Nos dieron trabajo en la quinta de recreo El Rosedal,de Gran Avenida, donde los lunes había fila para entrar. Los domingos llegaban familias completasa disfrutar de los espectáculos. De lo que ganaba me alcanzaba para mandarle a mi vieja, pagar lapensión, pasarlo bien y hasta me sobraba plata. De haber ahorrado podría tener dos o trespropiedades, pero no tengo ninguna. En la pensión teníamos desayuno, almuerzo y comida ycostaba apenas diez mil pesos.- ¿En qué se gastaba la plata?- En mujeres y fiestas. La revolvíamos.- ¿Cómo recuerda la vida nocturna de Santiago?- Formidable, era una bohemia interesante, un ambiente de libertad, con diversión sana y alegre.Por las noches tocábamos en la quinta de recreo y después nos íbamos al restaurante Il Bosco aeso de las tres de la mañana. Ese lugar era un verdadero barómetro de la política chilena, dondese reunían artistas, intelectuales, periodistas y las autoridades de la época. Y precisamente allíconocí a mi señora.- ¿Cómo hizo para conquistarla?- En ese tiempo estaba leyendo el libro La timidez vencida de Paul Jagot, así es que supongo queeso fue lo que me dio coraje. De todas formas, ella después me lo sacó en cara, porque como meveía siempre con un libro bajo el brazo, decía que la había engañado haciéndole creer que erainteligente. Al parecer, ella me conquistó a mí.- ¿La timidez era un problema?- Sí, y todavía es un problema. Nunca he sido bueno para dar entrevistas. Después comprendí queen un artista eso puede ser un defecto, porque para triunfar hay que tener ínfulas de grandeza,como Cassius Clay, al que nadie le creía cuando decía que era macanudo y fíjese que terminósiendo el número uno del box. Posiblemente los que piensan así son los que tienen éxito. No bastael talento, se requiere otro elemento al que no llamaría precisamente soberbia, que es una palabrahorrorosa. Es la audacia. La única soberbia que admito es la de mis gatos. Claro, porque ustedreta al gato y te manda a la tal por cual y no vuelve más.- ¿Se arrepiente de no haber vivido con más audacia?- Si hubiera sido más atrevido las cosas se me hubieran dado más fáciles. Pero a mi edad viene laquietud. Mi mujer y mi hija ya murieron, así es que aprendí a convivir con la soledad. Meacompañan mis gatos y mis libros. No necesito más. Estoy aferrado al pasado y soy felizrecordando.- ¿No tuvo nietos?- No, porque mi hija tenía una enfermedad que la hizo morir joven. Era autista. Yo siempre lamiraba y me preguntaba qué estaría sintiendo. Su vida estaba para dentro. Un poco parecido a loque me pasa ahora a mí. A veces me imagino cómo sería si hubiera tenido un nieto. Creo que voya tener que fabricarme uno.Con Allende y Pinochet- ¿Qué tan seguido visitaba a su familia en Argentina?- Al principio viajaba bastante. A mi señora la llevé dos veces a Buenos Aires. Después mi madrevenía acá, porque tenía muchas amistades por cuestiones políticas. Mi vieja era una revolucionariasindicalista.- ¿En qué partido militaba?- En ninguno, pero era activista. Hasta se presentó de candidata a diputada por el PartidoComunista. De Chile la invitaban a diferentes congresos. Me venía a visitar a mí y de repentedesaparecía. ¿Y mi vieja dónde está?, le preguntaba a mi señora. Y claro, andaba metida enSewell con una delegación de obreros.- Ella influyó en sus convicciones políticas.- En esos tiempos yo creía en el auténtico comunismo, pero después vinieron las desilusiones.Teníamos todas las esperanzas depositadas en la Unión Soviética, pero el hombre nuevo se fue alas pailas. Con mi madre lloramos la muerte de Stalin, y después nos enteramos de que era másasesino que Hitler.- ¿Cómo vivió usted el gobierno de Allende?- Lo vi con simpatías, pero no participé en política, en primer lugar por ser extranjero y, ensegundo, porque prefería estudiar los acontecimientos con cierta distancia. Pero tengo buenosrecuerdos de Allende, porque nos apoyó en todo momento y fue a despedirnos al Tren de laCultura que recorrió el país en tiempos de la Unidad Popular. Ese viaje fue maravilloso, recorrimostodo el sur junto a grandes artistas y folkloristas. Después Allende nos invitó a La Moneda y nosentregó personalmente un diploma que todavía conservo. Cuando vino el golpe mucha gente loquemó. “¡No, estás loco, bota esos papeles que te van a agarrar!”, me decían mis amigos.- ¿Tenía motivos para temer una persecución?- Yo era un militante activo de izquierda, pero afortunadamente mi firma no figuraba en los registrosdel partido. Eso me salvó. Antes de venir acá, en Argentina tenía una participación directa enpolítica. Me llevaron detenido varias veces por adherir al movimiento proletario. Como me gustabanlos libros, en la célula me dieron un cargo en Agitación y Propaganda. Pero acá siempre fui unmero simpatizante, con otra gente como Valentín Trujillo, que estaba muy metido en esemovimiento en los setenta. Pero después se acomodó con la plata y se arregló con Don Francisco,que se lo llevó para Miami.- ¿Sufrió alguna clase de intimidación?- Una vez, cuando la junta andaba buscando a unos miembros de Túpac Amaru, llegué a mi casa yencontré a unos militares que tenían todo hecho pedazos. Andaban armados, hurgando debajo delos pianos por si encontraban alguna vinculación. Aparentemente esas personas estabanescondidas en una tintorería frente a mi casa.- Se salvó por un pelo.- Sí, y lo que me llamó la atención es que me revolvieron la biblioteca, donde tenía puros librosmarxistas-leninistas. Quizás no se dieron cuenta.- ¿No encontraron el diploma de Allende?- Ya lo tenía fondeado. Lo guardo como un tesoro.- ¿Cómo se las arregló después para ganarse la vida con el toque de queda?- No se podía trabajar en la noche, así es que me dediqué al taller de reparaciones. Pero tambiénhabía que comer. Algunas veces los militares nos subían a unas micros especiales para actuar enla Escuela Militar. Y los músicos íbamos calladitos nomás. A nadie se le ocurría negarse, por temora represalias.- Entonces también tocó tangos para Pinochet.- También.El Amargo- Todavía persiste una controvertida disputa histórica sobre el origen del tango.- Según lo que he estudiado, puedo decir que el tango es de origen afrocubano y está influido porel son, la habanera y la milonga. Los primeros negros que llegaron al Río de la Plata traían consigoesas manifestaciones que dieron forma al tango primitivo. En un comienzo estaba prohibido en lossalones de ciertas clases sociales, así es que se desarrolló fundamentalmente en los arrabales yprostíbulos. Los uruguayos dicen que el tango es de ellos, pero eso es una tontería. Hasta secreen con el derecho de reclamar a Gardel. Yo digo que Gardel es universal, aunque en estrictorigor, nació en Francia.- Aunque pueda sonar algo trillado, ¿qué significa el tango para Argentina?- Creo que últimamente el tango se ha convertido en una postal y la mayoría de la gente se quedacon esa impresión básica. Pero antes era una forma de expresión que llevaba impresa el ritmo dela ciudad, del noctámbulo, del hombre abatido al que el mundo ha golpeado sin piedad. ParaArgentina el tango es música ciudadana, una suerte de desahogo y protesta social, lo que expresómuy bien Santos Discépolo.- Santos Discépolo compuso “Cambalache” en los años treinta. ¿Cómo completaría ustedsu descripción del siglo XX?- Es difícil añadirle algo a Santos Discépolo, el filósofo del tango e inventor de la desesperanza.Por eso le decían el Amargo. Con “Cambalache” abarcó una enormidad. Parafraseándolo, diríaque su pensamiento está vigente ahora y en el tres mil también.- ¿Comparte su desesperanza ante la historia y los hombres?- La comparto hasta cierto punto, porque no me considero pesimista. Cuando uno es joven quiereconstruir el mundo, amar a la humanidad, levantar al obrero. Pero después se derrumban lasgrandes utopías y con ellas se hacen añicos los ideales colectivos. Por ejemplo, en mi caso, tuveuna desilusión demasiado fuerte al ver en lo que degeneró la Revolución Rusa.- ¿A qué músicos admira?- Cuando comencé en esto los artistas más importantes eran Pedro Maffia, Julio de Caro y PedroLaurenz. Enrique Santos Discépolo era un jovencito, no se conocía mucho, aunque también llegó aser un genio, al igual que Piazzolla. Los grandes de Chile son Claudio Arrau y Rosita Renard. Nadaque ver con Roberto Bravo, que a pesar de ser discípulo de Arrau resultó ser muy inferior.- Ultimamente algunas agrupaciones electrónicas han tomado al tango como punto departida para desarrollar nuevos lenguajes musicales con gran éxito. ¿Cómo se explica estefenómeno?- Es lo mismo que sucedió cuando Piazzolla se aburrió de las formas estandarizadas del tango y loenriqueció con la tradición clásica, logrando una renovación. Podría decirse que resucitó unamúsica que estaba agonizando. Ese fue su gran aporte, a pesar de que en Buenos Aires lollamaron “el asesino del tango”. ¡Qué es lo que ha hecho el cojo éste!, decían los mediocres.Concuerdo en que el tango, como toda manifestación artística, debe admitir una evolución. Através de la fusión con la música electrónica se crean lenguajes que dan cuenta de que todo en lavida cambia. Si el arte dejara de transmitir una realidad vital, se haría obsoleto.José HosiassonPor: Francia Fernándezfotografía: Bob BorowiczNació en Polonia. Creció en Italia. Se quedó en Chile. Y el jazz lo apasionó siempre. A los 74años, es considerado el principal difusor del género en el país y posee una de lascolecciones más completas en todos los formatos: vinilos, cassettes, compactos. Es quizáel único representante local que ha escrito en publicaciones tan prestigiosas como DownBeat y posado al lado de nombres fundamentales como Louis Armstrong, Dizzy Gillespie oLionel Hampton. Acá, algunos sonidos de su historia.¿Quieres que te muestre algo espectacular? - pregunta José Hosiasson con la mirada vivaz de unniño. Luego se dirige a una estantería repleta de libros y vuelve con un ejemplar de Satchmo, mylife in New Orleans. Es la autobiografía de Louis Armstrong y en la primera página se lee: “ToPeppy, a real swell guy”. O sea, “a Pepe, un tipo fabuloso de verdad”. La dedicatoria fue escrita depuño y letra por el gran trompetista en 1957, año en que vino a Chile.Entonces, unas tres mil personas asistieron a su histórico recital en el desaparecido teatro Astor deHuérfanos. Y Pepe Hosiasson ofició de presentador, con un smoking especialmente confeccionadopara la ocasión.“Era la primera vez que estaba con un ídolo al que admiraba desde que yo tenía 13 años. Meencontré con que este semidiós era humano y muy cordial. Tenía colgadas la cruz, la estrella deDavid, la manito de Fátima y toda clase de amuletos. Decía que alguno le tenía que servir.También andaba con unos purgantes llamados Swiss Kriss y se los daba a todo el mundo”.El hombre larguirucho y canoso de 74 años que habla pausadamente y con un poco de acento,lleva 60 dedicado a estudiar, difundir y reseñar la cultura jazzística. Tenía sólo 26 cuandoacompañó a Armstrong y su segunda mujer, Lucille, durante los tres días que duró su visita. Elencuentro con la figura más gravitante en la historia del jazz sería apenas el primero de unaextensa lista a lo largo de su vida.Nacido en Varsovia (Polonia), en 1931, Józef Hosiasson se contactó con la música desde la cuna.Su padre, Hendryk, era un abogado, compositor y empresario que lo obligó a tocar el cello. Porgusto, en cambio, él aprendió a “buscar cositas” en el piano.“Mi papá era fanático de George Gershwin. En esa época, la mayoría de la gente no diferenciabamuy bien entre el jazz y la música popular. De todo lo que yo escuchaba había cosas que megustaban más; años después descubrí que esas cosas se llamaban jazz”.Antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial y de que los alemanes ocuparan Polonia, elpapá de Jósef lo llevó a un local nocturno que en las tardes funcionaba como salón de té. “El téera amenizado por una banda que tocaba “Song of India”, un tema que popularizarían eltrombonista Timmy Dorsey y su orquesta. Yo debo haber tenido unos 6 ó 7 años y quedécompletamente fascinado”.Después de la invasión alemana, Pepe, su padre y su madre, Edwarda, pasaron a Bolonia, Italia.Cuando Mussolini entró en conflicto como simpatizante de Hitler, los Hosiasson fueron confinadosa un pueblito de Abruzzo, en el centro del país. Como eran de origen judío, allí los adultos nopodían trabajar y los niños no podían asistir a la escuela. Jósef se formó en casa con un profesorparticular.“Yo tenía como 11 años, pero no sufrí mucho; de repente algunos niños nos decían que éramossus enemigos, pero nada más grave. No había campo de concentración ni cárcel, incluso mi papájugaba póker con el alcalde, aunque tenía que ir a firmar a la comisaría todos los días, eso sí, paracomprobar residencia”.Conozca el jazzSu papá murió en Italia, en febrero de 1948, un mes antes de que se embarcaran para Chile. EnValparaíso los esperaba el tío Ludvik, a quien habían enviado a la cabeza de la fábrica decosméticos Bourjois&Chanel. Una actividad a la que también se habían dedicado en Polonia.A los 16 años, José (rebautizado así en castellano) ingresó a la Scuola Italiana del puerto sin saberespañol (ahora habla seis idiomas). “Llegué con mi cello y hasta toqué en el Municipal de Viña.Después de eso vendí el instrumento”.Los discos de jazz, que comenzó a coleccionar a los 12 años con la plata que le daban para ir alcine en Italia, también lo acompañaron. Especialmente el primero que compró: Louis Armstrongcon los Hot Five, de 1925.En su nueva tierra, Pepe no tardó en dedicarse a la pasión de su vida. Durante cuatro años, tresveces por semana y con el uniforme de colegio puesto, condujo el programa Conozca el jazz deradio Recreo de Viña del Mar. Algo similar haría hasta comienzos de los 60 en radio Chilena deSantiago.Hosiasson y el pianista Giovanni Cultrera se conocieron hace 56 años en el patio de la escuela.“Vimos un piano en un salón. Yo le dije: toco piano, y él me contestó: yo también. Tocamos unblues a cuatro manos”, recuerda Cultrera.Desde ese momento se hicieron inseparables. A Giovanni, quien también era un inmigrante(italiano) le llamó la atención que un tipo tan joven supiera tanto de jazz. Junto al resto de suscompañeros escuchaban el espacio de Hosiasson en radio Recreo. “Creo que fue el mejor que oíen mi vida, era muy didáctico. Hace un tiempo le pregunté a Pepe si tenía los apuntes que usabapara incluirlos en un libro, y me dijo que no. Lo que pasa es que no aprecia lo que hace, es muyautocrítico”, señala Cultrera.Tanto desde ese programa, como al lado de su amigo Cultrera y otras personas con quienes sereunían a escuchar jazz, Pepe contribuyó a la fundación del Club de Jazz de Valparaíso y Viña delMar, en 1954. Entonces él ya había partido a la capital a estudiar arquitectura en la Universidad deChile y era “militante” del Club de Jazz de Santiago (CJS), que funcionaba hace 11 años.En ese tiempo compuso el tema “Lamento del directorio”, que es el reclamo del directorio del CJSporque no había dinero. La grabación, junto a su banda Los Mapocho Stompers, quedó registradaen una cinta que Pepe conserva y puede escucharse también en un disco incluido en el libroHistoria del jazz en Chile de Alvaro Menentau.Actualmente, Hosiasson es uno de los miembros honorarios del CJS y es común verlo allí los finesde semana. También rota por el Perseguidor y el Thelonious, en Bellavista. Va vestidoelegantemente, como salido de otra época, quizá de la época en que los músicos de jazz tocaban“trajeados”.“El es muy jovial y siempre anda dando datos. Hace poco viajé a San Francisco y me recomendódos conciertos de jazz. Yo lo sigo en sus críticas de discos que escribe en El Mercurio”, afirmaCarlos Mladinic, presidente del directorio de TVN.El ex ministro de Agricultura conoce a Pepe desde hace unas tres décadas. Entonces Mladinicvivía en Punta Arenas, donde su padre tenía un negocio, y Pepe pasaba por ahí ofreciendo susproductos. “Un día, mi mamá y mi papá se pusieron a discutir por temas de la pega. Pepe me guiñóun ojo y comenzó a seguir la conversación en el piano, eso me pareció muy divertido”.Según dice, también está en deuda con él. Como colecciona discos y discos, su mujer le reclamópara qué compraba tantos si no los iba a escuchar. “Pepe nos invitó a cenar a su casa y subimos al‘templo’ que tiene allí, con muchísimos más discos que los míos. Mi señora le preguntó: ¿y cuándoescucha todo esto? El le respondió: ¿y por qué crees que lo compro para escucharlo? Ahora estoyfeliz, porque no me molestan más en la casa”.Cuando niño, Pepe soñaba con ser conductor de tranvía, en realidad, vendedor de boletos, “el tipoque andaba con la bolsa llena de plata”. Finalmente, ni eso ni la arquitectura terminaron porconvencerlo.Lo único que sabía cuando se retiró de la universidad después de dos años, es que quería viajarpor el mundo. Trabajó como agente de viajes y como parte del staff de líneas aéreas extranjeras.“Descubrí que era la forma de viajar sin ser rico”.En sus idas a Estados Unidos se conectó con gente e instituciones del jazz, gracias a una beca dela embajada de ese país. Siguieron los festivales y comenzó a cubrirlos para la revista canadienseCoda. Eso le permitió entrada y alojamiento gratis en los conciertos, pero él se pagaba los pasajes.Claro que ahora se había casado con la pintora Gabriela Saavedra y había dejado las agencias deviajes para fundar con un socio una oficina de representación de textiles. Y pasaba sus vacacionesen los festivales.“Todo lo que he ganado me lo he gastado en jazz. Lo que pasa es que yo siempre consideré queera un favor que me hacían para poder estar allí. Comencé a escribir como retribución”, explica.- ¿Y qué te ha dado el jazz a cambio?- Una vida. Si no fuera por el jazz, no creo que habría valido la pena haber vivido. Hay tres cosasque me han interesado realmente: el jazz, la comida y el sexo.- ¿En ese orden?- No, parejo.Gracias al jazz trabó amistad con el connotado pianista Bill Evans y hasta tocó a dos pianos con élen su casa de Nueva York. Cuando éste vino a Chile en el 72, Pepe Hosiasson fue a esperarlo alaeropuerto. En Chile era él quien hacía de intérprete de cada visita ilustre. Ocurrió con el bateristaElvin Jones ese mismo año y con Duke Ellington, en 1970.Al pianista y director de orquesta que repletó el teatro Caupolicán con siete mil personas, Pepe loentrevistó para la televisión.- ¿Era un verdadero Duque, como lo llamaban?- Tenía una máscara, una careta pública. Lo entrevistaban a cada rato, así es que dabacontestaciones ensayadas. El sabía que era un ser superior, pero se cuidaba de no posar como tal,por eso se mostraba humilde. Después de la entrevista lo vi en una pelea durante el ensayo y sedio con todo con uno de sus músicos, el trompetista Cootie Williams, que llevaba como 40 añostocando con él. Ambos se trataron de hijos de puta. No entendí mucho, pero supongo que, por eltiempo que se conocían, era como una pelea de matrimonio. Yo fui el único testigo.Tesoros escondidos“I love Jazz”. La diminuta calcomanía da la bienvenida a la buhardilla de Pepe Hosiasson ubicadaen el segundo piso de su casa. Al entrar a sus dominios, la música ataca desde los cuatrocostados. Dos parlantes enormes al fondo, vinilos y CD a la derecha, cientos de libros, cassettes ymás compactos a la izquierda. Otros libros y otros discos amontonados en la parte de atrás.Equipos de diferentes configuraciones a la redonda. Y, sobre una mesa de centro, docenas derevistas en inglés que hablan de jazz, por supuesto. Entre ellas, Down Beat, la prestigiosapublicación estadounidense para la cual Pepe colaboró en otras épocas.En su cuarto repleto de tesoros jazzísticos - aunque él no los llame así- - , una seguidilla de fotosen que desfilan Louis Armstrong, Benny Carter, Duke Ellington, Dizzy Gillespie, Lionel Hampton,con el propio Pepe incluido en algunas de ellas, adornan tímidamente las paredes.- ¿Qué o quién ha sido lo que más te ha impresionado en todo este tiempo?- Me impresiona la sabiduría. La cosa del genio, como no lo soy, no la comprendo. Me quedoboquiabierto y sin entender a gente que hace cosas que no se pueden hacer, como en el circo, queves personas caminando sobre un alambre y no lo pueden explicar ni ellos mismos. Además, creoque deben pensar que los demás somos estúpidos porque a ellos no les cuesta. Hay una frasemuy linda que me dijo el saxofonista Lew Tabackin. Un día hablábamos sobre una pieza, “Lushlife”. ¡Por Dios, que es difícil!, le dije yo. “No”, me dijo, “es difícil si no la sabes”. Ahí tienes lacontestación de un genio, ni siquiera un genio, un tipo inteligente. Es algo muy cierto, una lecciónde vida: las cosas son difíciles porque no las sabes.Dice lo que dice a pesar de que es una enciclopedia viviente, con la memoria fresca para detectarla menor imprecisión respecto del integrante de un conjunto, del título de una canción o de undeterminado estilo. Para ejercitar sus conocimientos y también pensando en la posteridad, creó unarchivo computacional detallado que le llevó cuatro años, con todo el material que posee hasta lafecha. Para hacerse una idea del tamaño de su registro, sólo del famoso standard “Caravan” deDuke Ellington hay 137 versiones.No será la herencia para sus cuatro hijos, a quienes inculcó el amor por el género (uno de susgemelos, Felipe, además de arquitecto es el pianista de los Santiago Stompers). “Saben que si lorepartimos no vale nada. Me gustaría venderlo para que se cree una fundación de jazz, pero nohay gente que quiera poner dinero, y por mi situación actual me conviene hacerlo. Yo no tengoingresos, porque como empresario retirado no tengo jubilación y estoy viviendo de mis ahorros”.Quién sabe cuál será el valor en efectivo de su colección personal. Entre muchísimos objetosúnicos se cuenta una corrida de cassettes con grabaciones que Pepe registró durante esosfestivales con tocatas irrepetibles, álbumes de fotos que él mismo tomó (es fotógrafo aficionado,aunque le reste importancia, como a todo). Sólo en uno de ellos puede observarse a varios pesospesados: Count Basie, Miles Davis, los saxofonistas Benny Carter, Lou Donaldson y Phil Woods, algenio del blues Muddy Waters y al famoso productor y director artístico que descubrió a Bob Dylan,John Hammond, quien terminaría convertido en uno de sus amigos neoyorquinos más cercanos.Las historias sobran. Los nombres también. No alcanza esta nota para enumerarlos, ni las horaspara escucharlos a todos. Después de todo, a José le ha tomado 60 años.- De todo lo que tienes aquí, ¿hay alguna melodía que signifique mucho para ti o es tantoque te cuesta decidir?- No. Para empezar, en jazz no es la melodía lo que importa, es cómo la tocas, entonces cada obraes una obra diferente aunque sea “Caravan”. Hay piezas como “Body and soul” que me gustanmucho y grandes intérpretes que la han tocado muy bien, pero sé que finalmente no es así.Algunos de los genios que he conocido, como Sonny Rollins (saxofón), han tocado piezas que yoencontraba horribles y las han convertido en algo maravilloso. Nunca se me habría ocurrido que sepodía hacer algo con ellas...